El impresionante paisaje de las playas vírgenes de la provincia se han convertido en el principal reclamo de turistas. :: VÍCTOR LÓPEZ
Ciudadanos

De playas desiertas a reclamos turísticos

Bolonia o Punta Paloma han dejado de ser lugares escondidos de la provincia para llenarse de bañistas

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Señala con el dedo y entre recuerdos le cuesta comprobar cómo ha cambiado el lugar. Incluso incrédulo mira la concentración de sombrillas en la playa, sin apenas huecos, y una hilera de coches por una estrecha carretera a la espera de aparcamientos. Son las once de la mañana y ya casi no queda estacionamiento, mientras que la fila de automóviles continúa creciendo. En una mesa cercana se escucha el eco de una conversación entre rusos, imposible de captar tan solo una palabra de lo están diciendo. Hace 30 años no había nada, Bolonia era una playa desconocida para el turismo. «Yo recuerdo que venía a bañarme y estaba solo, completamente solo. Era un paraíso en el que hasta las vacas pastaban a su aire e incluso llegaban a la playa. Ahora no hay tranquilidad».

Paco Hernández ha experimentado el 'boom' que ha sufrido esta playa desde el chiringuito Restaurante Miramar. Más de 30 años a pie de la costa en los que ha conocido de primera mano la transformación de ese paraíso desierto en el que se perdía cuando era joven a una playa masificada y llena de turistas. «Sin duda las ruinas le han dado mucha publicidad y también los medios de comunicación, pues todos los veranos se ven cámaras y redactores haciendo algún reportaje sobre esta playa. Además del boca a boca. También ofrece una oferta variada y es la playa virgen lo que atrae. No hay edificios todo, es naturaleza».

Son algunas de las razones que esboza Paco para justificar el aumento de personas que cada año llegan a la playa. ¿Tanta gente va ahora a esa playa? «Yo he vistos domingos en los que para recorrer la salida un coche ha tardado casi dos horas». Sin duda, el gran atractivo de Bolonia radica en lo último que comentaba Paco, que se trata de una playa virgen. De esas costas que se ven en las fotos de revistas o en los reportajes de televisión. Arena blanca y agua cristalina, sin apenas basura, sin apenas oleaje. Al fondo una gran duna que sobresale de un pinar en el que unos puede perderse cuando está cansado de tanto sol. Además, al fondo está el museo y entre los accesos se pueden ver las ruinas romanas de Baello Claudia. Cuando uno se sienta en su silla y mira el paisaje sin duda se acerca mucho a la imagen idílica del paraíso, pero del sueño se despierta de forma abrupta al escuchar los gritos de un niño pidiéndole un helado a la madre y las voces de otro bañista clavando la sombrilla a escasos milímetros de la nevera y ante la falta de paso, todos cruzan y levantan arena junto a la silla en la que uno se acababa de sentar.

Territorio turista

Y eso que la playa es grande, más de cinco kilómetros, pero las personas se concentran delante de los chiringuitos y de los accesos. «Son turistas porque lo único que hacen es llegar y plantar la sombrilla, no se expanden por la playa. Los que conocemos la zona aún sabemos de sitios, pequeñas calitas en las que te puedes perder sin que nadie te moleste. Claro que son de difícil acceso y se tiene que caminar mucho y eso es complicado si se va con la nevera llena, la suegra, los niños y los trastos a cuestas». Paco ofrece otra alternativa para disfrutar del paraíso: esperar a que se disuelvan las aglomeraciones de agosto. Explica que «el 1 de septiembre ya no hay nadie en la playa. El flujo de turistas se corta de forma radical y de nuevo se puede disfrutar de la tranquilidad». Y lanza la invitación: «A lo mejor algún fin de semana de septiembre que esté bueno encuentras más problemas para aparcar, pero entre semana, está de nuevo prácticamente vacío».

Claro que ser una playa virgen tiene también sus inconvenientes pues no cuenta con una infraestructura adecuada para acoger el flujo de personas que cada día en agosto suelen acudir a Bolonia. Dejando al margen la falta de papeleras o servicios, el mayor problema es el aparcamiento y el acceso al lugar. Una carretera demasiado estrecha en la que a duras penas caben dos coches. Tres escasas bolsas de aparcamientos e inmensas colas de automóviles que se mueven centímetros cada cierto margen de tiempo, mientras se va cubriendo las zonas habilitadas para los coches. Cuando esto ocurre toca esperar hasta que queda un hueco libre. Una desesperación a la que muchos no les importa enfrentarse si finalmente se consigue plantar esa silla en la arena y disfrutar del paisaje.

«Llevo unos cuatro años viniendo a esta playa y cada vez se ve a más gente. Está cogiendo una popularidad muy grande y quizás sea porque aquí se está bien prácticamente todos los días. El agua no está sucia, no hay oleaje y la arena blanca, es idílico» resalta Rafael Barea, un bañista jerezano que cada verano hace un par de escapadas a Bolonia.

Plantea el que se trate de una playa virgen es su principal atractivo, eso sí, reclama que se adapte el lugar a la cantidad de personas que acuden diariamente en verano.

Punta Paloma

Aparca el coche en un claro al lado de la carretera. Ha pasado una gran duna señalizada con conos y que parece comerse la vía sin dejar espacio a los vehículos. Extrañado pregunta «¿dónde está la playa?». Le responden que debe coger un sendero. Vio muchos coches en Bolonia y le dijeron que más adelante en el siguiente acceso había otra playa muy curiosa. Atraviesa un bosque de pinos y se cree que le han tomado el pelo, hasta que al fin ve el agua y entonces llega a Punta Paloma. Javier Perera, madrileño, es la primera vez que visita esta playa y se sorprende de las pequeñas calitas que se forman entre rocas. Allí hay decenas de personas en cada piedra cogiendo barro y poniéndoselo por el cuerpo.

Hay más tranquilidad que en Bolonia, si bien es cierto que el turismo también ha irrumpido en el lugar. Recoge a muchas de las personas que deciden no entrar en el atolladero de Bolonia y optan por otro pequeño paraíso virgen. Pocos espacios desconocidos quedan ya en Cádiz, el turista los encuentra y ése es un atractivo que hace que la provincia cada año se abra más a este sector.