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El papa y el rey se han entrevistado durante unos minutos en el despacho del monarca. / Foto: Efe | Vídeo: Paula Acebo
EL PAPA, CON LOS JÓVENES

El papa advierte contra «los abusos de la ciencia sin límite»

Pide al mundo académico una formación más allá de la lógica de mercado "que ve al hombre como mero consumidor"

ÍÑIGO DOMÍNGUEZ
MADRIDActualizado:

En cada viaje de Benedicto XVI ocurre lo mismo: tras el impacto de la llegada y la atención por sus primeras palabras, en los días siguientes cuesta encontrar titulares evidentes o ideas nuevas, pues en realidad suele insistir siempre sobre los mismos conceptos -la doctrina de la Iglesia es, precisamente, inmutable- y no suelen ser reflexiones que se puedan resumir de un plumazo. En los tres discursos de ayer, segunda jornada de su visita a Madrid, el papa manejó algunos de sus mensajes habituales y la intervención más relevante fue, de hecho, uno de los actos que ya es clásico en su agenda en el extranjero, el encuentro con el mundo académico. Es un momento que le gusta mucho, pues evoca su papel de profesor y le permite abordar su cuestión favorita, la relación entre fe y razón.

Algunos de los discursos más celebrados de su pontificado los ha pronunciado en este ámbito, como el de Ratisbona en 2006 o el los Bernardinos en París en 2008. Ayer fue en la basílica de El Escorial y centró el discurso en defender una formación más humana, más allá de la "mera capacitación técnica": "Sabemos que cuando la sola utilidad y el pragmatismo inmediato se erigen como criterio principal las pérdidas pueden ser dramáticas, desde los abusos de una ciencia sin límites hasta el totalitarismo político que se aviva fácilmente cuando se elimina toda referencia superior al mero cálculo de poder".

El papa enmarcó esta reflexión en su preocupación por los lugares donde los jóvenes pueden encontrar "puntos de referencia en una sociedad quebradiza e inestable". Para él, uno de esos lugares es históricamente, y debe seguir siéndolo, la universidad, entendida en el sentido más amplio de cultivo del saber como "la casa donde se busca la verdad propia de la persona humana". Por eso no dejó de recordar que "fue la Iglesia quien promovió la institución universitaria" en sus orígenes, una combinación ideal de fe y razón. "Encarna, pues, un ideal que no debe desvirtuarse ni por ideologías cerradas al diálogo racional ni por servilismos a una lógica utilitarista de simple mercado, que ve al hombre como mero consumidor", señaló. En este sentido, Ratzinger subraya la importancia que atribuye a la educación como una de las claves para afrontar la actual crisis económica, que él achaca a la pérdida generada de sentido ético en el sistema. Es la primera vez que introduce en el programa de la Jornada Mundial de la Juventud este tipo de acto.

Antes, en el Patio de los Reyes de El Escorial había encontrado a un vasto y ruidoso auditorio formado por 1.600 religiosas jóvenes, a quienes agradeció la "radicalidad evangélica", necesaria hoy día a su juicio frente "al relativismo y la mediocridad". Fue un mensaje más espiritual, que continuó por la tarde en el apabullante Vía Crucis que discurrió por el Paseo de Recoletos de Madrid, desde la plaza de Colón a la de Cibeles, con una procesión posterior hasta la Puerta del Sol de 14 pasos llegados de toda España. Fue un Viernes Santo en toda regla en pleno mes de agosto en el centro de Madrid. El Vía Crucis es uno de los actos centrales de las ediciones de la JMJ, basado en el simbolismo esencial de la cruz, y para Benedicto XVI es quizá el más importante. En ese contexto se alejó del clima festivo y el ambiente guitarrero de la multitud para dirigir a los jóvenes un discurso severo, en la atmósfera trágica de las escenas de los pasos, invitándoles a "cargar sobre nuestros hombros el sufrimiento del mundo" y a "no pasar de largo ante el sufrimiento humano". "La cruz no fue el desenlace de un fracaso sino el modo de expresar la entrega amorosa", concluyó.

"Cordial encuentro"

Al margen de lo religioso, el otro momento significativo de la jornada fue el encuentro del Papa con el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. Es especial porque, con la marcha del líder socialista, cierra una fase en las relaciones entre España y la Santa Sede. Ha sido el último cara a cara entre Benedicto XVI y uno de los mandatarios occidentales que más claramente ha personificado las políticas que el Vaticano considera como el peligro más grave para la Iglesia actual.

En esta batalla ideológica a distancia, que ha marcado la política española en los últimos años, Ratzinger y Zapatero habían mantenido hasta ahora tres encuentros, siempre caracterizados por la obligación de las circunstancias y el respeto del protocolo. El primero fue en 2006 en Valencia, con motivo de la primera visita de Benedicto XVI a España, pero para el segundo y que Zapatero acudiera a Roma pasaron cuatro años más. Fue en junio de 2010 y el jefe del Ejecutivo español lo presentó como una visita que hacía en calidad de presidente de turno de la UE. Se volvieron a encontrar el pasado mes de noviembre en la escala del Papa en Barcelona, pero fue a última hora en el aeropuerto.

Ayer fue la cuarta y última entrevista y, como las anteriores, se celebró dentro de la cordialidad diplomática, intercambio de regalos y poco más. Zapatero acudió a la nunciatura, la 'embajada' del Vaticano en Madrid, y hablaron entre 15 y 20 minutos. Según Moncloa, trataron asuntos internacionales. El Vaticano dijo a través de su portavoz que fue un encuentro "muy cordial". De este modo se despide la relación más tensa y problemática que ha mantenido España con la Santa Sede desde el inicio de la democracia.