El papa pide a los jóvenes que exhiban su identidad cristiana
Benedicto XVI carga contra los no creyentes "que se creen dioses" y llama a los fieles a "no avergonzarse" de su fe
MADRIDActualizado:Benedicto XVI llegó ayer a un Madrid irreal, desierto de madrileños y con el centro cortado al tráfico nada menos que cinco días, un hecho insólito, pero tomado por completo por cientos de miles de jóvenes católicos de todo el mundo, que deambulaban por sus calles desde el alba y tomaban posiciones para esperar su llegada. El papa aterrizó a mediodía, recibido en el aeropuerto por los reyes, y desde su primer discurso, íntegramente en castellano, eludió las manifestaciones políticas sobre la actualidad española para centrarse en los jóvenes y el sentido de la Jornada Mundial de Juventud (JMJ), que se celebra en la capital esta semana. No obstante, la idea central de sus reflexiones encaja como un guante en los debates que precedían su visita y más aún a la vista de los incidentes entre manifestantes laicos y peregrinos en la protesta de la víspera en la Puerta del Sol.
Ratzinger subrayó todo el día la división entre católicos y no creyentes, aunque evitó la palabra 'laico', y ahondó en la defensa pública de la identidad cristiana, en contraposición a los escépticos y a una sociedad que a menudo «lleva al desprecio y a la persecución abierta o larvada» de los fieles. «Pero yo vuelvo a decir a los jóvenes, con todas las fuerzas de mi corazón: que nada ni nadie os quite la paz; no os avergoncéis del Señor», exclamó.
Fue curioso que todo esto no lo dijo ante los jóvenes, sino ante las autoridades en la misma pista del aeropuerto, donde solo había a lo lejos un pequeño espacio para el público, unas dos mil personas. En la tribuna se hallaba el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, a quien según parece la Santa Sede no esperaba en Barajas, pues no era mencionado en la detallada guía oficial de Radio Vaticana. Desde luego, Moncloa solo lo anunció de forma oficial el día anterior, al informar de que Zapatero anticipaba dos días el regreso de sus vacaciones.
La defensa de la identidad católica de Ratzinger enlaza con una de las grandes líneas de argumentación del Vaticano desde Juan Pablo II: que la fe no debe ser un hecho reducido a la esfera privada, sino que tiene que influir y mostrarse en la vida pública.
Esta idea es la clave de fondo de los propios viajes papales y de grandes eventos como la JMJ. Benedicto XVI llamó a los jóvenes creyentes a «no ocultar su propia identidad cristiana, en un clima de respetuosa convivencia con otras legítimas opciones y exigiendo al mismo tiempo el debido respeto a las propias».
Las corrientes de la moda
Sin embargo, en su primer baño de masas en la plaza de Cibeles, a las ocho de la tarde y de nuevo en español, Benedicto XVI cargó las tintas y mostró una visión más maniquea, que rozó la caricatura y el complejo de superioridad. Su descripción de quien no sigue la fe católica fue la de «tantos que se contentan con seguir las corrientes de moda, se cobijan en el interés inmediato, olvidando la justicia verdadera». «Hay muchos que creyéndose dioses desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o injusto, decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias», acusó. Como alternativa, el papa invitó a los jóvenes a «plantearse seriamente la santidad». Ya en su primer discurso había enumerado los males que, a su juicio, les rodean: «La superficialidad, el consumismo y el hedonismo imperantes, tanta banalidad a la hora de vivir la sexualidad, tanta insolidaridad, tanta corrupción».
El público que abarrotó Cibeles por la noche y que lo jaleó durante su entrada en Madrid a bordo del papamóvil estaba entregado, pasó el día como una fiesta, coreando consignas, con bailes al ritmo atronador de la megafonía, desde salsa o cánticos gregorianos a 'Que viva España', de Manolo Escobar. En la apoteosis folclórica celebrada por la tarde en la Puerta de Alcalá, también hubo vestidos de faralaes, caballos andaluces y hasta la tuna. No obstante, sobre la muchedumbre ondeaban banderas de los países más remotos.
Pero Ratzinger también sabe manejar dos caras en función del auditorio. Horas antes, en el avión, había hilado más fino y de forma más pausada ante la más aguda de las preguntas de los periodistas, cuatro cuestiones seleccionadas previamente y sin posibilidad de réplica. Era acerca de los problemas que puede plantear el insistir tanto sobre la única verdad, que sería Cristo, ante jóvenes que luego viven en ambientes multiculturales y de varias religiones, donde la tolerancia y el diálogo son muy necesarios. «Es verdad que en la historia ha habido un abuso tanto del concepto de verdad como del de monoteísmo -reconoció el papa-. Se trata de un tema equivocado, pues la verdad es solo accesible en la libertad, no se puede imponer con violencia, pero no queremos la mentira, el positivismo, un orden impuesto con una cierta fuerza».
En ese sentido, indicó los derechos humanos fundamentales como elementos comunes reconocidos por todos, útiles como base para el diálogo. «Podemos así conocer y entender mejor al prójimo», concluyó.
Valores cristianos y economía
También fue en el avión donde Benedicto XVI se desvió por única vez de este tema central de la primera jornada, la fractura y convivencia entre creyentes y no creyentes. Lo hizo para abordar la actual crisis económica, un asunto que ya trató ampliamente en su última encíclica, 'Caritas in veritate', de 2009. El papa opina que en la situación actual tiene un papel esencial «la dimensión ética». «La economía no funciona con una autorregulación mercantil, sino que necesita una razón ética, no debe funcionar según la obtención del máximo beneficio, sino según el bien de todos», concluyó.
El pontífice no dejó de referirse a los jóvenes «que no encuentran perspectivas en su vida, lo que muestra que hoy hay algo equivocado». La prueba de que la grave crisis económica que atraviesa España forma parte del telón de fondo de la visita es que coincidió con lo que dijo el rey en su discurso de bienvenida: «Es hora de acabar con el intolerable paro juvenil».
Fue en este contexto en el que Benedicto XVI hizo la única mención explícita a España, al recordar sus «hondas raíces cristianas» y los santos y santas de su historia, que en su opinión le ayudarán a superar «los actuales motivos de preocupación».