La fe católica «forja» España
El presidente de los obispos oficia la misa de inauguración de la JMJ y alerta a los jóvenes de la crisis y la globalización
Actualizado:Los jóvenes católicos hicieron ayer una demostración de fuerza. Madrid era una ciudad tomada por medio millón peregrinos, según la organización. Coreanos, brasileños, mexicanos, polacos, ucranianos, alemanes, franceses, estadounidenses, italianos.. Todos ellos acudieron interpelados por la llamada de Benedicto XVI, que llega a España mañana. La ciudad se convirtió en un crisol de culturas y lenguas. Con una misa multitudinaria en la plaza de Cibeles de Madrid que congregó a miles de personas, el cardenal Rouco Varela dio la bienvenida a los asistentes a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Rouco subrayó que la identidad de España se forja en el cristianismo desde hace dos milenios, y alertó a los jóvenes de los fenómenos que condicionan su vida, «muchas veces para mal», y que se resumen en la globalización, la crisis económica y las nuevas tecnologías.
La eucaristía inaugural de la JMJ, presidida por el arzobispo de Madrid y máximo responsable de la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco Varela, estuvo concelebrada por 800 obispos, arzobispos y cardenales, así como 8.000 sacerdotes.
El beato Juan Pablo II, artífice de las Jornadas Mundiales de la Juventud, que se remontan a 1985 en Roma, fue el protagonista de la ceremonia religiosa. Rouco citó con profusión a Karol Wojtyla, el antecesor de Joseph Ratzinger en el solio pontificio, y puso especial énfasis en recalcar que la idiosincrasia de España no se entiende sin su herencia católica. «La personalidad histórica de España se forja con rasgos inconfundibles en torno a la visión cristiana del hombre y de la vida desde los albores mismos de su historia, iniciada en gran medida con la primera andadura de la predicación apostólica en suelo español hace casi dos mil años», alegó. Sin la «bimilenaria tradición católica», dijo el cardenal, España sería ininteligible.
Fiel a sus preocupaciones, Rouco arremetió contra el «rampante relativismo espiritual y moral» que hace que la fe vacile y se resienta. Invocando a Juan Pablo II, «el Papa de los jóvenes», el presidente de los obispos apeló a los asistentes para que buscaran la santidad sin miedo, al tiempo que destacó que las jornadas han servido para aumentar las «vocaciones para el sacerdocio, la vida consagrada y el apostolado».
Rouco insistió en que únicamente Jesucristo muestra el «camino y la meta de la verdadera felicidad», no solo a los jóvenes católicos, sino «también a vuestros amigos alejados de la práctica religiosa e, incluso, de la fe».
Cita compostelana
Con este mensaje el cardenal Rouco abría la segunda JMJ que se celebra en España. La primera aconteció en Santiago de Compostela en 1989, con Wojtyla en el Vaticano y Rouco al frente de la archidiócesis compostelana.
El presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, el cardenal Stanislaw Rylko, saludó a los feligreses y lamentó que las sociedades secularizadas rechacen a Dios, o que al menos sus miembros vivan como si Dios no existiera. Rylko aprovechó la oportunidad que se le brindaba una audiencia tan ingente para denunciar los «signos de profunda desorientación» que está ofreciendo Europa. El miembro de la curia exhortó a los jóvenes a que se miren en el espejo de Juan Pablo II y hagan de su vida una apuesta por Jesucristo.
Antes de la ceremonia religiosa, jóvenes procedentes de 193 países paseaban por la ciudad y hacían turismo a la espera de que comenzara la misa de acogida. El Paseo del Prado, la plaza de Cibeles, la Puerta del Sol, las inmediaciones del Palacio Real y otros puntos estratégicos de la ciudad estaban copados por fieles que se movían en grupos, generalmente portando las banderas de sus países de origen, y que de vez en cuando se arracimaban para entonar cánticos religiosos. «Es una experiencia muy bonita compartir la fe con nuestras hermanos que vienen de todas partes», aseguraba Mireia, una mexicana que disparaba su cámara para fotografiar la estatua de Cibeles. Muy cerca, haciendo cola para visitar el Museo del Prado, que hasta el jueves abre sus puertas de manera gratuita, se encontraba Miguel Albiares, de 31 años, procedente de Venezuela. Albianes ha viajado acompañado de un pequeño grupo de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, de Caracas. «Es la primera vez que participo en las JMJ y vinimos a tener la vivencia máxima de la fe», aducía el venezolano envuelto en una bandera de su país, a guisa de capa, y tocado con una gorra para protegerse de un sol inclemente.
El parque del Retiro se pobló pronto de peregrinos, algunos de los cuales utilizaron los 200 confesionarios habilitados para la celebración del sacramento. Sacerdotes de varias nacionalidades absolvieron e impusieron penitencias a los jóvenes que se acercaban a confesar sus pecados.
Un abanico, una cerveza sin alcohol, el plano de metro de Madrid, un rosario y una cruz que «cura todas las enfermedades espirituales» componen los enseres de la mochila, que se entregada a cada uno de los 450.000 peregrinos inscritos para el evento. Un sombrero y una camiseta con el logo oficial completaban la impedimenta.
La reliquia de Juan Pablo II procedente de Roma, una ampolla con sangre del pontífice, se quedará en la catedral de la Almudena, en Madrid, de forma indefinida.