Editorial

Cumbre limitada

El liderazgo germano-franco es ineludible, aunque sujeto a los intereses de ambos países

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La esperada reunión de ayer entre Angela Merkel y Nicolas Sarkozy coincidió con la noticia de que Alemania y Francia experimentan una desaceleración que condena las expectativas europeas al estancamiento inmediato. Una situación que limita el liderazgo al que están llamados ambos gobiernos y podría inducir la introversión de Berlín y París hacia sus respectivas economías. El dato coyuntural explicaría aún más la negativa de ambos mandatarios a contemplar siquiera la eventualidad de emitir eurobonos que igualen las oportunidades de la deuda soberana de los países miembros, así como la entidad de los acuerdos a los que llegaron en su encuentro de París. El sonoro enunciado de «un verdadero gobierno económico para Europa» tiende a desvanecerse cuando se limita a la celebración de dos reuniones al año bajo la presidencia, inicialmente, del titular del Consejo Van Rompuy. La propuesta de introducir una cláusula en las constituciones nacionales comprometiendo un máximo de déficit público es reveladora de la inquietud que la estabilidad presupuestaria suscita en los gobiernos alemán y francés, pero sería más lógico disciplinar legalmente el comportamiento de las administraciones públicas mediante leyes orgánicas que fijen criterios concertados y duraderos al respecto. Por su parte, la iniciativa de establecer una tasa, presumiblemente finalista, sobre las transacciones financieras constituye un recurso que podría generar efectos indeseados para la economía europea si no se convierte en una medida aplicada a nivel internacional. Sarkozy y Merkel mostraron ayer su disposición a ir por delante de la armonización fiscal que precisa la Unión acordando converger entre ambos en materia de impuesto de sociedades para 2013. Ese impuesto se convertiría en un espejo ineludible para los demás socios, y en referencia insoslayable para la localización de nuevas inversiones y proyectos empresariales, constituyendo un patrón para la economía real al que España deberá aproximarse. El plácet de la canciller alemana y del presidente francés a las medidas de ajuste adoptadas por Madrid y Roma y a la suficiencia del fondo de rescate europeo deja en el aire el papel institucional que en adelante le correspondería al BCE respecto a la deuda de cada país una vez que se ha hecho cargo de 22.000 millones de euros correspondientes a Italia y España.