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El diestro Raúl Gracia, 'El Tato', da un pase de pecho al segundo de su lote. :: EFE
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Vuelve el 'toro de San Sebastián'

Discreto y digno retorno de 'El Tato', solo cosas sueltas de Morante y un Daniel Luque en son embalado, suficiente y provocador Bella pero desigual corrida de Juan Pedro en la segunda de la Semana Grande

BARQUERITO
SAN SEBASTIÁN.Actualizado:

Primero fue un bello toro burraco: largo, bajo de agujas, cortas las manos, la cara por delante. Idéntico al toro de Veragua disecado por Sotomayor del Museo de Ciencias de Madrid. Pronto el galope, notoria la bondad. No iba a ser tarde gloriosa de los picadores. Los toros cobraron pero apenas sangraron. Ese primero cobró infaustamente y, sin embargo, resistió sin resabios. El Tato se templó en lances largos por la mano izquierda. Le costó más sujetarse por la otra. Llevaba sin vestirse de luces diez meses y en el trato con el toro se dejó sentir la ausencia.

Muchas cosas le dijo El Tato al toro, como si hablara con él. « ¡Oye, mira, jé!» A la voz quiso el toro tanto como a los engaños.

Dócil y pronto. La gente estaba fría, como en todo primer toro de la corrida que sea. El Tato empezó por alto, se salió a casi los medios, tocó por las dos manos, abrió llamativos huecos por las dos y, secretos de oficio, no se dejó enganchar ni los flecos. Un seco molinete, dos soberbios pases de pecho. Cuando se echó por delante el toro, respiró El Tato a gusto.

En tiempos se habló de un «toro de San Sebastián» tanto como del «toro de Bilbao», tan dispares. Pues ésta fue la versión actualizada de aquel toro perdido.

El segundo, con el hierro de Parladé, se jugó, como todos, con divisa negra en señal de luto. Morante lo recibió de capa sin redondear pero con primor de sello propio. Encelado en una primera vara severa, salió arrollando el toro a querencia, Morante renunció al quite. Después de la segunda vara, salió al suyo Daniel Luque.

El quite de Luque fue precioso: tres chicuelinas con son de lance mayor, media verónica de gran ajuste y una larga templada tirando del hocico del toro. El desmayo de Luque al enredarse y al soltar toro fue impresionante.

El toro fue a la hora de retratarse otra cosa: pegajoso, buscaba por debajo al salir de suerte. Morante lo acarició en los muletazos de tanteo con la derecha. Luego no se dejó el toro acariciar. Una salida perseguida, Y dos preciosos muletazos para avisar de que estaba acabada la función. Los protestaron. Media estocada echándose Morante por la borda.

Con el alma caliente, y colgado del cuello el cartel de, digamos, torero del verano Daniel Luque salió por todas. La faena tuvo fuerza para calentar a la gente.

Acodado, de cuello formidable, el cuarto, crujido en una vara de dos agujeros, fue toro tardo, de los que se agarran al piso y se lo piensan. Hasta apalancarse. Colorado ojo de perdiz, el quinto era el bombón de la corrida y, como si lo supiera de antemano, Morante le sacó los brazos y, de vuelo en vuelo, le ligó de salida diez lances de lindo ritmo resueltos en un palmo de plaza. Después de picado, el toro claudicó, y no hubo quites. Ni de Morante ni de Luque. Unos cuantos pases de caligrafía, casi toreo de salón, pero a la tercera claudicación casi seguida la gente se puso a reclamar. Tres pinchazos, un descabello, el puntillero sin puntería y a Morante le cayó la bronca más tonta del año.