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La crisis por montera
Hay quien, como Carlota Casiraghi, sigue atando perros con longaniza
Actualizado: GuardarMuchos lo estarán pasando fatal, pero en agosto la crisis se disimula mejor. Encontrar las siete diferencias entre un parado y un veraneante es harto difícil. Porque ahora son muchos los que se pasan los lunes al sol. Además, para qué negarlo, todavía queda gente que sigue viviendo a lo grande. Basta con hojear cualquier revista del corazón. Vienen cargadas de imágenes de la contracrisis. Una de mis favoritas, y de las más metafóricas, es ésa en la que Carlota Casiraghi pasea a su perrito con una original y divertida correa que es como una ristra de chorizos o salchichas. Que sepa el mundo, parece proclamar Carlota desde la idílica Capri, que (pese a la que está cayendo) los Grimaldi todavía atamos los perros con longaniza... No, claro, por supuesto que la hija de Carolina no es consciente del mensaje. Ella y sus hermanos se limitan a cumplir escrupulosamente con el destino que oficialmente les ha sido encomendado: estar perpetuamente de vacaciones. O hacer como que lo están, lo cual viene a ser lo mismo. Y sería fácil criticarlos. Si no fuera porque sospecho que la inmensa mayoría, de haber venido a este mundo bajo la carambola de ser príncipes y monegascos, haríamos exactamente eso: pegarnos la ‘dolce vita’. ¿Acaso no hemos visto ya suficientes ejemplos de cómo cambia el dinero a la gente?
Del amarbellamiento de acreditados sociatas como Felipe González hablábamos ayer aquí mismo, y también se han referido a él estos días expertos en la materia como Carmen Rigalt y Manuel Vicent. Se ve que Felipe preocupa y mucho en ciertos corrillos por sus ‘dangereuses liaisons’ con la ‘beautiful’ del cuché (incluida Mar Flores). De seguir por ese camino, cualquier día González va a salir a la cubierta de un yate a fumarse un habano y se va a tropezar de golpe con Aznar haciendo las tres mil flexiones (o genuflexiones). ¿Es la pasta gansa un club privé que no admite otra ideología que la de darse la vida padre y que condena a todos los que están forrados a ir en el mismo barco? Flavio Briatore diría que sí. En el ‘Billionaire’, su exclusivo local de Porto Cervo, coinciden cada noche ricos y famosos de lo más dispares, pero con un objetivo común: ponerse la crisis por montera. Sin embargo, hay otro dinero más discreto, refinado y exquisito. Estoy pensando en aquella fiesta de inauguración del verano de la Costa Brava en el muy toscano hotel masía Mas de Torrent, en pleno Ampurdán. A la gente que asistió a esa cena (la diseñadora catalana Totón Comella, la escritora colombiana Ángela Becerra, el publicista Joaquín Lorente...) no me la imagino sudando aceite de coco en la discoteca marbellí de Olivia Valere. Pero tal vez es que me falta imaginación y el dinero, como siempre he sospechado, sea lo que más iguala a los seres humanos, junto con la muerte.