Los malos de la película
Alientan los excesos en la bonanza pero contribuyen al hundimiento de empresas y países en dificultades Las agencias de calificación se convierten en 'parte del problema'
MADRID.Actualizado:Standard & Poor´s mueve ficha y se convierte en el detonador de la semana más compleja que autoridades económicas e inversores de todas las condiciones y tamaños han vivido a uno y otro lado del Atlántico en estos tiempos de turbulencias. La interminable crisis de la deuda soberana de la zona euro amenaza con extenderse a más y mayores países y Estados Unidos acaba de tejer un débil acuerdo político para cumplir sus compromisos de pago, en medio de preocupantes indicadores que revelan un parón en la primera economía del mundo. Y ha sido este momento de extraordinaria debilidad el elegido por S&P, una de las tres grandes agencias de calificación crediticia, para proclamar a los cuatro vientos que la solvencia de la economía norteamericana ya no es digna del máximo crédito.
Ahora se investiga si la noticia se filtró durante las 'conversaciones' que la institución de análisis mantuvo con Washington, y si algunos operadores pudieron beneficiarse de información privilegiada. Pero, a la vista de la actuación de S&P, lo que pocos dudan es de que las agencias eligen para la difusión de sus informes momentos críticos en los que obtienen mayor audiencia .
España tiene una triste experiencia de esta práctica. Pocas horas antes de que diera a conocer las necesidades de capital de la banca española, Moody´s se adelantó a informar de la rebaja de la calificación crediticia de su deuda. por la desconfianza en la reconversión de las cajas de ahorros. Los efectos benéficos de ese ejercicio de transparencia fueron dinamitados. Pero lo que ya ponen en cuestión expertos independientes no es la oportunidad, sino la función que desempeñan las agencias calificadoras a la vista de los efectos de su actuación. No se trata tan solo de su incapacidad para prevenir el futuro, evidente en situaciones como la crisis asiática de 1997 o el tantas veces mencionado 'caso Enron', el gigante energético norteamericano que mantuvo destacada calificación crediticia hasta el día de la suspensión de pagos.
Los estudiosos afirman que las agencias forman parte del problema. En época de bonanza alimentan los excesos y cuando llegan tiempos de dificultades añaden leña al fuego con sus descalificaciones. Navegar siempre a favor del viento que sopla es lo que los técnicos llaman un comportamiento 'procíclico'. Abundan pruebas de que las calificadoras siguen esta pauta. Mario Deprés, inspector de entidades de crédito del Banco de España, les ha seguido la pista y añade sus argumentos a las justificaciones que diversos autores han dado sobre este modo de actuar.
Las agencias de rating operan así -resume- porque, en una economía en crecimiento, siempre esperan que los indicadores sigan mejorando. Usan horizontes cortos para percibir los cambios, y son incapaces de predecir la probabilidad de que ocurran. Por eso, «las caídas en la calificación se producen cuando ha llegado la crisis, no antes».
Organización del negocio
Influye, y mucho, la forma en que está organizado su negocio. Las agencias cobran del sujeto al que califican, ya sea una compañía o un Estado. Es evidente que existe un riesgo de conflicto de intereses. Durante los tiempos de vacas gordas, cultivan una buena imagen y disfrutan de alta reputación, lo que les lleva a conceder calificaciones indulgentes. Y reaccionan con lentitud ante la información nueva.
«Sin embargo -expone Deprés- cuando se produce un vuelco en la situación económica y las condiciones financieras empeoran, se precipitan todos los deterioros antes detectados». Las agencias extreman la severidad con la idea de mantener su prestigio. Otorgar una nota a todas luces inferior a la que realmente corresponde ocasiona un efecto perverso. La empresa o la administración pública perjudicada padece las consecuencias de esa mala calificación y acaba por 'merecer' el juicio que anteriormente pudo estar poco justificado.
Las investigaciones del Congreso norteamericano, que han vinculado los análisis errados a las altas retribuciones cobradas por sus autores, así como la quiebra de Lehman Brothers, han puesto de manifiesto esta miopía o ceguera culpable por parte de los calificadores. Cuando llegó la contracción económica, las agencias bajaron de golpe el resultado de sus evaluaciones.
Con los Estados se reproduce el esquema. Las agencias de calificación son suministradoras de información, que emiten opiniones sobre la capacidad de las administraciones públicas de devolver el importe de la financiación obtenida en los mercados. La importancia de las notas resulta aún mayor porque, con las arcas públicas al límite, estas sociedades se han convertido en «vigilantes» de la ejecución presupuestaria, de los programas de ajuste y hasta las políticas sociales que en estos complicados momentos aplican los Gobiernos. Pese a las abundantes críticas que las agencias cosechan, Europa no se ha puesto de acuerdo para regular su actividad. Bruselas querría incrementar la competencia e incluso ha sugerido crear una sociedad común, de naturaleza pública. Otras opciones podrían abrirse camino: que los países en fase de rescate queden al margen de la asignación de 'notas' o que la refundada Autoridad Europea de los Mercados Financieros controle la forma en que se llevan a cabo los análisis.