El Palacio Macho de Santander se derrumba por la fuerza de las llamas durante el incendio de 1941. / Archivo
La otra historia

Ciudades en llamas

Devastadores incendios han arrasado importantes ciudades como Londres, Roma o Lisboa

MADRID Actualizado: Guardar
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Fuego. Intencionado o fortuito. Producto de la fatalidad de un rayo o de la irracionalidad de unos disturbios, como ha sucedido estos días en Londres. Durante siglos las ciudades han tenido que combatir contra él. En la actualidad se asocia los incendios a las hectáreas de bosques y montes quemados en la temporada veraniega. Pero a lo largo de la historia, las llamas han arrasado y consumido grandes urbes. La falta de medios efectivos de extinción y el uso de madera como principal material de construcción de edificios propiciaba catástrofes gigantescas.

El incendio de Roma sea quizás el más mitificado. El 19 de julio del año 64 parte de la ciudad eterna sucumbió ante las llamas. Cuatro de los catorce distritos de la capital del Imperio fueron arrasados y otros siete quedaron dañados. En el enorme espacio calcinado, el emperador Nerón construyó el palacio Domus Aurea (Casa de oro). Esta decisión no ayudó a despejar las dudas sobre su culpabilidad. El inestable Nerón es considerado el responsable del incendio. Algunas leyendas le presentan tocando la lira mientras observaba desde su palacio como ardía la ciudad. Hollywood hizo el resto.

Sin embargo, el emperador no se encontraba en Roma cuando se inició el incendio, sino en Anzio. Al enterarse de la gravedad de lo sucedido regresó. La excentricidad de Nerón hizo aumentar los rumores sobre su participación. Por su parte, el emperador culpó a los cristianos, muchos de los cuales fueron crucificados o arrojados a las fieras acusados del grave incendio.

Todo aquel que vaya a Londres puede visitar el Monumento al Gran incendio. Es una columna dórica de 61 metros de altura situada en la City de la capital inglesa. En ese mismo punto se originó un devastador incendio que casi destruye Londres por completo en 1666. La noche del 2 de septiembre soplaba un viento fuerte y cálido. En la panadería de Thomas Farriner unas llamas comienzan a crecer. Pronto el edificio entero arde. Los cortafuegos de la época consistían en derrumbar los edificios colindantes para evitar que ardieran. Pero las órdenes de demolición no llegaron. El fuego pronto se propagó hasta calcinar unas 13.000 viviendas. Edificios tan simbólicos como la Catedral de San Pablo o la Royal Exchange desaparecieron. Unas 80.000 personas se quedaron sin hogar y la labor de reconstrucción fue ingente.

Terremoto y fuego

A veces, las llamas son consecuencia de otros fenómenos. El terremoto que sacudió Lisboa el 1 de noviembre de 1755, uno de los más potentes de la historia, y los posteriores tsunamis, provocaron miles de muertos. Las olas llegaron a las costas españolas, donde también hubo centenares de víctimas. Pero Lisboa se llevó la peor parte. En aquellas caóticas circunstancias, el fuego encontró material suficiente durante cinco días para terminar de asestar el golpe a la capital lusa.

En España también hay ejemplos de ciudades abrasadas. Uno de los casos más recientes fue el incendio de Santander. Comenzó en la madrugada del 15 al 16 de febrero de 1941 en la calle Cádiz. Algunos testimonios apuntan a un cortocircuito. Otros a una chimenea. En cualquier caso, el fuego destruyó el casco antiguo y la zona medieval de la ciudad. La Catedral fue uno de los edificios más afectados. Cerca del 10% de la población se quedó sin hogar. La lucha de los bomberos fue descomunal. El último foco se extinguió quince días después del inicio de las llamas.

El fuego no entiende de clases sociales ni estamentos. Las llamas acabaron con el Real Alcázar de Madrid, el palacio de los Austrias. La Nochebuena de 1734 las llamas se abrieron paso entre las distintas y suntuosas estancias del palacio. Las campanas de advertencia fueron confundidas con la llamada para la oración. Numerosas obras de arte fueron salvadas de milagro, como las Meninas de Velázquez. Otros cuadros del genial pintor, como la ‘Expulsión de los moriscos’, no tuvieron tanta suerte y se perdieron para siempre. Sobre aquellas cenizas se erigió el actual Palacio Real.