La voraz tijera

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Los recortes autonómicos afectan a todo el mundo, pero en especial a los más pobres, que siempre han sido su especialidad. Tiene mucho mérito quitarle algo a los que no tienen nada, pero ninguna dificultad arredra a doña María Dolores de Cospedal, presidenta de Castilla-La Mancha. Hace poco la vimos ataviada con lo que llaman «la clásica mantilla española», aunque cada vez la lleve menos gente en España. La locuaz política tiene una belleza alternativa, de esas que se llaman a primera mirada y a veces no resisten otras. Ahora ha comparecido, sin mantilla blanca ni azul, ni siquiera de luto, para anunciar la suspensión de la ayuda extra a 32.000 viudas que recibían un plus de 1.000 euros al año sobre su pensión mínima. Hay que echarle valor para meterle un tijeretazo a una cantidad que no llega a 80 euros al mes, pero ella ha echado cuentas antes y cree que no hay más remedio

Coincide esta medida de austeridad ejemplar con las disparatadas subidas que se registran en otros sitios de la variada España. En Madrid sube el transporte público un 50%, en Valencia la tasa de basura en un 215% y en Cataluña los recortes alcanzan a los asilos y las guarderías. Quizá sea una forma de demostrar que la vida también puede ser capicúa. Cuando las cosas vienen mal dadas aún pueden venir peor, porque la gente no da nada.

Solo algunas iniciativas extravagantes o inoportunas, para distraer a la afición antes de que empiece el zafarrancho. En Málaga se quiere completar la catedral, añadiéndole la torre que le falta y estropeando las postales. Es como añadirle a la Venus de Milo los brazos. A nadie le sorprendería que alguien propusiera en Segovia alicatar el acueducto. Se trata de distraer a la gente que lo pasa mal hasta que pasen los tres calores de agosto –el que se cuece, el que asa y el que fríe– y los nativos volvamos a presumir de algo que no hemos hecho: un clima que no sufre recortes en invierno, pero sí añadiduras en verano. Y exageraciones.