Adiós al toque con más duende
Fallece a los 55 años el guitarrista jerezano Moraíto Chico, maestro del compás e indispensable en la carrera de todos los grandes del cante
JerezActualizado:El color del luto en Jerez y en el mundo de la cultura deja de ser azabache y estrellado para convertirse en Morao. Pocas pérdidas son tan notables como la del genio de la guitarra Manuel Moreno Junquera, ‘Moraíto Chico’ (14/09/1956-10/08/2011), que ha sido fiel y directo heredero del toque de Jerez. Hijo y sobrino de guitarristas, la guitarra flamenca ha perdido el bordón con más soniquete del barrio de Santiago. Y es que si existe un emblema de la música flamenca en el mundo, ése es Morao.
Miembro de una mítica dinastía en la historia de la guitarra flamenca, el músico fallecía ayer, de mala mañana, a punto de cumplir 55 años, en el hospital de Jerez en el que estaba ingresado. En plena madurez, Moraíto perdió el último asalto en una batalla contra el cáncer que libró con entereza y que no logró arrancarle definitivamente de los escenarios. Grande entre los grandes de la guitarra, era el maestro indiscutible del estilo jerezano, un singular toque de guitarra caracterizado por el intenso sentido del compás que, del último Manolo Caracol al emergente Camarón, acompañó a todos los grandes del cante.
Así, fue indispensable en la carrera de muchas primeras figuras del flamenco, y fue de la mano de cantaores de la talla de Diego Carrasco o Fernando de la Morena o de su compadre José Mercé, con quien se dio a conocer a mediados de los sesenta y de quien ha sido guitarrista habitual en estas últimas décadas.
Con la salud ya castigada, el tocaor jerezano mantuvo su actividad en los últimos meses. Una de sus últimas y más memorables actuaciones tuvo lugar en enero pasado en Nimes. Entonces reconoció sobre las tablas tener la salud «algo distraída», lo que no le impidió ofrecer un recital memorable al exigente público francés. También se rompieron las palmas los asistentes a su último concierto sevillano, el 22 de enero en la Maestranza, donde volvió a demostrar que era un genio en el toque por bulerías.
Manuel era amigo sin conocerte, era cercano estando lejos, era fuente de inspiración para Jerez, para el flamenco, para otras músicas. Siempre su cercanía chocó con el mito del artista, porque era entregado de corazón, sincero en su mirada, en su toque, todo esto transmitió a los que tuvieron oportunidad de compartir algún momento con él. Por eso la veneración hacia él no solo fue artística, sino que en todos los casos la admiración pasaba a la persona. Largas noches en el local de Diego Carrasco (antigua Peña de Tío José de Paula) escuchando sus sabios consejos, abriéndose sin entender de medidas.
Hijo de Juan Morao y sobrino de Manuel Morao, padre de Diego del Morao, el continuador de la saga, Moraíto había nacido en el jerezano barrio de Santiago, en la calle Marqués de Cádiz número 5, el 13 de septiembre de 1956.
Y desde entonces la de Manuel fue la historia del flamenco de Jerez. Su abuelo Morao y su abuela ‘La Maora’ no eran artistas como tal, pero si aficionados y a raíz de aquí la herencia Morao. Su abuelo y su ‘compare’ Domingo Rubichi tenían cante propio y eran de San Miguel. Aquello de ‘el maldito calderero, tiene un ojo de cristal, que le den a usted, que le van a dar’ o ‘esta noche me muo me llevo un chisme’, que tanto juego han dado.
Hablar de Morao es hablar de estirpe. De hegemonía guitarrística. Desde joven tenía un don para transmitir con las seis cuerdas. Sus intenciones juveniles, con apenas diez años era la de ser torero, pero lo tuvo claro cuando pasó por sus manos la primera guitarra. A partir de aquí la guitarra pasó a ser «su mujer, su amante, su vida».
En el año 1968 se estrenó en los jueves flamencos que organizaba su tío Manuel. Con trece años debutó en el tablao que La Perla de Cádiz tenía cerca del puente de San Pedro. Con los años el sabor de sus manos se convirtió en amontillado viejo, en oloroso tomado a sorbitos pequeños, sabor añejo a falseta por bulerías, por seguiriyas.
La continuidad y la huella desnuda del toque de Manuel ha dejado descendencia. Descendencia en la figura portentosa de su hijo Diego del Morao, de su sobrino Pepe, pero también en el aficionado que visita Jerez en busca de su olor, del olor que el palosanto desprende cuando cada nota se extingue hasta que el ojo de la guitarra deja de escucharla. Porque Manuel Moreno ‘Morao’ es la fuente del toque de Jerez. Un manantial de sabiduría que ha dejado jonda huella en el paraninfo del arte flamenco. Un manantial que seguirá emanando flamenquería en el devenir del tiempo. Decir Morao es decir compás, ritmo, soniquete a bulería.
El pasado año, estando Paco de Lucía en la plaza de toros de Jerez dedicó la noche a la familia de los Morao y al toque de éstos, de Manuel y de su hijo Diego. Paco admiraba a ambos. Cuando el de Algeciras recibió el Honoris Causa de la Universidad de Cádiz intercambió unas palabras con Morao y veneró su toque, aludiendo a que la magia y el soniquete de esta saga no tiene parangón, adoleciéndose de algo que él no ha tenido. Paco de Lucía recordó a la saga de ‘Los Morao’ como el mejor toque del siglo XX. Esta lectura da una lección de la realidad de la escuela jerezana en esta dinastía.
La guitarra queda huérfana. Hace algo más de un año se nos fue Fernando Terremoto. Hace apenas unos meses, el cante de Enrique Morente. Por circunstancias similares. Parece que esta enfermedad no respeta ni a los flamencos. Te esperan Tío Borrico, Tía Anica, Tío José de Paula, Bernarda y Fernanda, La Paquera, La Perla, Parrilla… esperan que tus manos se den al cante. Porque Morao fue un maestro que superó a sus maestros. Y deja en las manos de su hijo Diego al perfecto heredero contemporáneo del compás de Jerez.
Solo duele aquello que se conoce. Los que tuvimos la inmensa oportunidad de conocer al genial artista llevamos ahora el dolor y el llanto de la trágica seguiriya con la que Manuel nos hacía llegar al cielo. El cielo de Morao.