Editorial

Desafío democrático

Cameron debe acabar ya con los saqueos para mostrar que son «simple criminalidad»

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La extensión de los disturbios que tuvieron lugar el pasado sábado en Tottenham a diversas ciudades inglesas que ayer volvían a ser escenario de saqueos y altercados plantea al Gobierno británico el ineludible desafío de atajar el problema de inmediato y con carácter definitivo. De lo contrario correría el riesgo de afectar muy seriamente a la seguridad y a la convivencia ciudadana, y de enquistarse como conducta recurrente entre jóvenes de los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Resulta sorprendente que la muerte a manos de la policía de un joven al que se trataba de detener provoque desmanes tan generalizados. El primer ministro Cameron declaró ayer que se trata de «pura y simple criminalidad». El relato de los pillajes y de la destrucción, la movilidad que alcanzan los grupos atacantes mediante los nuevos recursos de comunicación y el desconcierto que ello genera en el resto de la población así lo atestiguarían. Pero los disturbios han alcanzado una gravedad tal que obliga a las instituciones británicas a plantearse hasta qué punto son reflejo de las fallas que presenta la cohesión social de una población multicultural atenazada por las dificultades derivadas de la crisis. La sesión parlamentaria convocada para mañana deberá abordar tal cuestión. Aunque junto a ello tendrá que examinar las causas de que las autoridades, aun deteniendo hasta el momento a medio millar de personas, no hayan podido controlar la situación. El hecho de que la Policía haya tenido que enfrentarse a formas sin precedentes en la organización de los alborotos y de los asaltos constituye una explicación insuficiente frente a la indefensión en la que se han sentido miles de ciudadanos que asistían impotentes a la extensión de los desmanes y los incendios. Circunstancias que se vieron acentuadas por la renuencia con que los máximos responsables del Ejecutivo Cameron tardaron en comprender que no se trataba de un incidente puntual de orden público, sino que representaba una crisis de alcance. Baste señalar que si los disturbios no remiten hoy mismo el Gobierno de Londres podría verse obligado a aplicar el toque de queda, con lo que ello supone de aceptación de una situación de excepción para una democracia tan arraigada.