La crisis económica actual, sus causas y, ¿su solución?
CONSEJERO DE LA VOZActualizado:Empecemos por decir que la crisis económica-financiera actual tiene poco, o casi nada, que ver con la desatada en el 2008 como consecuencia de la quiebra de determinadas instituciones financieras, en gran parte por la toma de activos financieros con garantía de hipotecas sub-prime. Ahora los causantes de la crisis son unos cuantos Estados Europeos, cuyos Gobiernos se ha endeudado con exceso poniendo en duda su solvencia para atender sus obligaciones, y arrastrando con ello a las instituciones que le prestaron los fondos. Culpar de la ruina del deudor, a quien le ha prestado los fondos a módicos intereses, resulta un tanto absurdo, máxime cuando los deudores se trataban de Estados solventes, que de forma secular han venido atendiendo sus obligaciones.
Vamos a limitarnos a analizar el caso de España. El Gobierno español en los últimos años, quizás ya en los dos últimos de la época de Aznar, ha venido haciendo exactamente lo contrario de lo que aconseja cualquier manual de economía política. En las fases de prosperidad hay que ahorrar, para que cuando lleguen los malos momentos tengamos reservas para afrontarlos y también para no producir un calentamiento excesivo de la actividad económica. Es la eterna historia de la cigarra y la hormiga. Sin embargo, el Gobierno de Zapatero ha efectuado en todo momento una política de gasto incontrolado, lo mismo en los primeros años de su legislatura, años todavía de fase económica expansiva que cuando llegó la crisis de 2008 y que no quería reconocer. Ahora en momentos de penuria, que es cuando los manuales dicen que hay que elaborar presupuestos deficitarios para relanzar la economía, no puede hacerlo porque se ha endeudado excesivamente y los mercados no están dispuestos a seguir dándole dinero barato y además nadie sabe como podrá devolverlo. El Gobierno socialista aumentó enormemente los gastos básicamente con tres actuaciones:
Primero con aumento del gasto social por encima del que razonablemente iba a poder sufragarse: aumento de pensiones, ley de dependencia (nunca cumplida), cheque bebé o prestaciones por desempleo... Antes de mejorar las prestaciones sociales hay que estudiar como van a pagarse.
Segundo con un incremento constante de la maquinaria administrativa, motivada en gran parte por las transferencias de competencias a la Autonomías, que hicieron crecer sus estructuras administrativas, sin la consecuente disminución de las del Estado. También ha contribuido a este aumento el afán de los partidos políticos, gobernantes en cada distrito político, por buscar acomodo en ellos a la mayor cantidad de afiliados posibles. Ayuntamientos, Diputaciones, Comunidades Autónomas, Estado, Comunidad Europea, Instituciones Internacionales (¡ONU de la Mujer!) todas ellas con un constante crecimiento que van devorando cuanto privado encuentran a su alrededor.
Y tercero la pésima gestión económica, con un despilfarro constante, bajo la peregrina idea manifestada por determinada ministra socialista de que el dinero público no es de nadie. Retribuciones desorbitantes a los cargos públicos (no en los sueldos, sino en los gastos de representación, dietas por asistencias a la numerosas asambleas, Consejos de empresas públicas, etc) gastos de escoltas, coches oficiales, móviles, tarjetas para pagar hasta la peluquería, subvenciones a las ONG más estrafalarias, fraudes en los ERE y muchos más. Cada día aparecen en los medios nuevos casos de despilfarro y corrupción. Puede que cada uno de ello sea el chocolate del loro, pero hay tantos loros tomando chocolates que no hay dinero para pagarlo.
Con este panorama nos llega la crisis, los ingresos del Estado se reducen y el déficit empieza a aumentar de forma alarmante. Como hemos perdido la soberanía en materia monetaria, el Gobierno no tiene otro camino para financiarse que acudir al mercado, que va perdiendo su confianza en el Tesoro Público de España, al ver que los gastos siguen aumentando sin que haya una política razonable para evitarlo y sabiendo además que las medidas que hay que tomar para ello, producirán necesariamente mayor contracción económica y por tanto reducción de ingresos públicos.
Para reducir el exceso de gasto público causado por estos motivos, al Gobierno socialista no se le ocurre más que el recorte de los gastos sociales, que es precisamente el último que debe tocarse. Grave error ha sido establecer atenciones sociales para suprimirlas al poco tiempo, no habiendo sabido prever lo que se venía encima. De disminuir las estructuras político-administrativas ni se habla. A todo lo más que llegan es a reducir el número de asesores, pero de suprimir instancias inútiles, centralizar y racionalizar las competencias, reducir el número de diputados, abandonar la presencia en instituciones internacionales absolutamente ineficaces, etc, ni se habla de ello. En cuanto al exceso en gasto improductivo, tampoco se tiene en cuenta alegando que con ello nada se soluciona.
Volviendo ahora no solamente a España, sino a los demás países europeos con problemas financieros, los famosos PIGS, incrementado ahora con Italia y puede que dentro de poco con otros países, se están encontrando con la imposibilidad de acudir a los mercados para allegar los fondos necesarios para atender al pago de los gastos corrientes por intereses y amortizaciones y en definitiva para financiar el déficit. El problema pone en jaque a toda la Unión Europea, y de rechazo a todo el sistema económico mundial. ¿Qué puede hacer la UE a través de sus distintas instituciones para remediarlo? Acudir al rescate de países con tanto peso económico como España e Italia, a través de la emisión de Bonos Europeos, o fondos prestados por los países más fuertes resulta absolutamente impensable, porque acabaría trasladando el problema a todos los demás países de la Unión, causando la desconfianza de los mercados y obligándole también a ellos a pagar altos intereses. Si lo pensamos, la solución debe ser la misma que han tomado siempre los países soberanos en política económica, el aumento de la masa monetaria. Dicho de otra forma, el Banco Central Europeo debe estar dispuesto a adquirir deuda soberana de los países en apuros, no tanto en el mercado secundario, sino suscribiendo directamente las nuevas emisiones.
No es más que la antigua política de «darle a la maquinita». Ya sabemos que esta política producirá de inmediato una depreciación del Euro y a continuación un aumento de la inflación, pero también un aumento importante de la productividad, porque una depreciación de la moneda equivale a una reducción de los costes de producción. Pero los Gobiernos de países que ya están en fase expansiva como Alemania y en cierta medida Francia, no quieren hacerlo porque no lo necesitan y sin embargo les crea problemas inflacionistas. Pero si no lo hacen al final se verán arrastrados por los problemas de los otros. Naturalmente que si el BCE estuviera dispuesto a seguir esta política tendrá que exigir a los gobiernos una política de equilibrio en sus presupuestos, pero con sumo cuidado de que ésta no cercene la posibilidad de una recuperación económica.