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Editorial

La confianza no regresa

La intervención del BCE no revierte la pésima impresión de una recaída

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El temor a un lunes negro, tras la insólita rebaja de la calificación de la deuda norteamericana por Standard & Poor's, se confirmó solo en parte, gracias a la controvertida decisión del Banco Central Europeo de salir a los mercados a comprar deuda española e italiana. El BCE consiguió así detener siquiera provisionalmente la espiral especulativa sobre ambos países, pero en modo alguno tales operaciones devolvieron la confianza a los mercados ni revirtieron la pésima impresión, surgida al mismo tiempo en Europa y EE UU, de que podríamos estar al borde de una recaída, de una segunda recesión. De hecho, la OCDE confirmaba ayer una desaceleración clara en las principales economías del mundo en el índice compuesto de indicadores líderes correspondiente al mes de junio. En el caso de España, la pasada semana se conoció también que el leve crecimiento del primer trimestre se vio frenado en el segundo, de forma que nuestra economía estaría creciendo al 0,7%, lejos del objetivo gubernamental para 2011, que es del 1,3%. Lo cierto es que ayer el Ibex cayó un 2,44% y acumuló siete sesiones consecutivas de pérdidas hasta su nivel más bajo desde abril de 2009. Fráncfort perdió un 5%, París un 4,68% y Londres un 3,4%. Naturalmente, Wall Street también registró un severo retroceso, aunque todo indica que la deuda norteamericana seguirá siendo un valor refugio pese al correctivo impuesto por S&P, que todavía no ha sido secundado por las otras dos agencias. El problema a ambos lados del Atlántico es parejo: el gran endeudamiento genera grandes dificultades en períodos de bajo crecimiento. Y tras la recesión propiamente dicha, tanto EE UU como Europa no consiguen animar la actividad, frenada también por un elevado desempleo. La gran deuda dificulta las decisiones de promover estímulos fiscales, aunque parte de la opinión académica -Krugman, Stiglitz- consideran que solo poniendo en marcha un 'New Deal' podrá salirse del atolladero actual. Claro que ello no sería posible sin una reestructuración de la deuda de los países rescatados (al menos). Sea como sea, las soluciones que puedan implementarse requieren ímpetu y liderazgo. Y ambos atributos escasean en las esferas de la globalización. Y Europa, a remolque de sí misma, no consigue marcar siquiera una dirección de futuro.