Cartas

La crisis que no claudica

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

No cejan en estos días los comentarios sobre la persistente crisis y sus consecuencias más inmediatas. Se formulan preguntas a la que las entendederas de quienes no somos analistas no encuentran fácil respuesta. Aun así, se nos escapa que países como Irlanda, Portugal y Grecia necesiten echar manos a rescates millonarios para ir soslayando la gravísima situación en la que se debaten. A España, al borde del abismo, y para eludir la tiranía de los mercados, se le aconseja que acabe con las reformas estructurales. Ajustes que requieren subidas de impuestos, menos funcionarios y altos cargos, y severos recortes sociales, traducidos estos últimos en quitas a las pensiones, a la salud, y en la cobertura del paro, entre otros males. Rajoy preconiza no efectuar recortes sociales, una medida que se nos antoja poco creíble, aparte de que no ayuda a tranquilizar los mercados. La sospecha que cobijamos cuando se inició la hecatombe y que ahora se confirma es que los gobiernos no se pararon en derrochar alocadamente el dinero publico. Se dilapidó el dinero en partidas sin justificación o en proyectos poco provechosos, en los que no pocas veces subyacía la malversación o el comportamiento corrupto. Y de aquellos polvos.