Encastados Torrestrellas y triunfo de Fermín Bohórquez en el homenaje a su padre
Actualizado:La noche fue pródiga en sensaciones de las que calan en los tendidos. Ya el preludio ofreció la aparición en el ruedo del homenajeado, Fermín Bohórquez Escribano, a lomos de un caballo bayo desde el que recogió condecoraciones. El festejo regalaría momentos intensos por el comportamiento encastado de los Torrestrellas y la valentía de sus matadores.
Fermín Bohórquez demostró sus cualidades ecuestres al templar la encendida embestida inicial de sus enemigos con un excelso toreo a caballo. Con sus oponentes más menguados de acometividad, prendió luego rehiletes a una mano, a dos, largas, cortas, ejecutado con solvencia. Tras un certero rejón de muerte al cuarto, obtuvo dos orejas que le llevaron a franquear la Puerta Grande.
A medida que salían los Torrestrella, un rumor de aprobación inundó el coso. Ejemplares de encastada condición que empujaron con fuerza en los caballos y repitieron con fijeza las embestidas. Los dos primeros fueron nobles y se pararon en el tercio final, y los dos últimos resultaron violentos.
El primer enemigo de Ponce perdió el brío y acabó en la querencia de tablas tras dos tandas de derechazos. Pero el quinto fue pródigo en arreones, hasta que fue atemperado por la muleta de Ponce. Valor, técnica y elegancia derramó en faena de mérito. Mató de estocada desprendida y se le pidió una oreja que el usía no concedió.
El Cid aprovechó la boyantía del tercero para lucirse por verónicas y delantales y realizar una entonada faena, en la que se aprovechó de un animal que acabaría rajado. El sexto, duro, lo prendió cuando lo paraba de capa y se comportó de manera incierta. Maltrecho, plantó cara El Cid al animal en una faena plena de emoción, por lo descarnada y recia que se desarrolló la lid. Labor sobria, de torero entregado. Con tres pinchazos y una estocada finalizó una corrida sin exquisiteces, pero en la que sí hubo mucha emoción.