Vaya, vaya...aquí sí hay playas
Actualizado: GuardarEstaba la playa igual que una feria, pero más controlada. La de la Victoria, bajo el signo de las barbacoas del verano, hasta el punto de que ha dado sus bendiciones hasta la implacable Demarcación de Costas del Ministerio de Medio Ambiente que parece que hace el papel de mala pero en realidad evita que matemos a la gallina de los huevos de oro del verano de Cádiz. Y es que son incompatibles los estándares de calidad ecológica y turística con la divertida conversión de la arena en un simulacro de mercadillo de Remar, como viene ocurriendo cada año y coincidiendo con el Carranza. No es posible entrar un día en el Guinness de los récords del jolgorio playero y pensar que ese tumulto puede conducir a nuestras aguas y arenas al ránking de las mejores calificaciones.
Este año, en la capital gaditana, La Victoria ha perdido la bandera azul porque las muestras de agua que se realizan entre junio y septiembre no arrojaron los resultados requeridos. Desde el Gobierno municipal, cómo no, se entiende que todo ello forma parte de la conjura judeomasónica de los socialistas locales y de la Junta en contra de ‘con el Ayuntamiento de Cádiz, sí’. Sin embargo, poco o nada influye el gobierno autonómico andaluz en este asunto, ya que es la Asociación de Educación Ambiental y el Consumidor quien otorga estos galardones y, este año, no sólo despojaron a la principal playa de la trimilenaria sino también a la de La Barrosa, en Chiclana, que por aquel entonces gobernaba el PSOE. Y se han desecho en elogios con la playa de Camposoto y el área de Sostenibilidad Ambiental del Ayuntamiento de San Fernando, que antes era andalucista y ahora conservador.
Cádiz se ha tenido que conformar con un premio de consolación: y es que tanto La Victoria como Cortadura ostentan el Certificado de Gestión Ambiental ISO 14001, así como la Q de Calidad turística, que otorga el Instituto de Calidad Turística Española, dependiente del Ministerio de Turismo e Industria, por cierto todavía en manos de las hordas rojas. Las banderas azules sirven para preservar el litoral y para atraer turistas, pero no siempre resultan populares entre los usuarios o entre quienes viven al pairo de las mismas: prueben a oír en La Caleta, que busca la Q de Calidad, la opinión de pescadores y camareros sobre las estrictas exigencias que rigen al respecto en dicho enclave marítimo.
En cualquier caso, cabe recordar que la provinica de Cádiz y la Costa de la Luz cuentan con 20 banderas azules de un total de 600 en todo el litoral español. Incluso figura en nuestro mapa el primer puerto con dicho atributo, el de Puerto Sherry. Para dicha consideración entran en juego una serie de criterios, pero otras circunstancias no. Por ejemplo, de todas las playas gaditanas sobre las que ondea dicha enseña, tan sólo 12 tienen aceptables cotas de accesibilidad. Entre ellas, La Caleta, Getares en Algeciras, Los Bateles en Conil, Torreguadiaro en San Roque, La Costilla, en Rota. Todo lo contrario que Fuentebravía y Santa Catalina, en El Puerto de Santa María, que siguen presentando dificultades de acceso para las personas con movilidad reducida, todo lo contrario que Valdelagrana.
¿Cómo congeniar, sin embargo, la preservación ecológica de las playas con el uso fieramente humano de las mismas? Sanlúcar cuenta con bandera azul a pesar de las carreras de caballos que cada agosto se organizan sobre su arena. Y el litoral kilométrico entre Conil y Tarifa atrae al grueso del turismo patrio, por más que en sus derredores pasten toros, cabalguen potrancas o se icen al viento velas de todo tipo. Por no hablar de establecimientos comerciales que siguen desafiando las primeras líneas de playa, ya sean restaurantes u hospederías.
El paisaje humano de estos contornos incluye también, por supuesto, la presencia de vendedores ambulantes. Y no sólo de pareos o collares llegados desde el sur de los grandes desiertos africanos, el inevitable top-manta o cualquier otra fruslería: «Al rico porro gaditano», pregonan algunos camellos de poca monta en el litoral de Caños de Meca, que sigue poblado de perrosflautas, como llaman los fachas al jipismo canino. Al menos, eso sí, han desaparecido algunos impresentables chiringuitos que se levantaban sobre algunas de las últimas playas vírgenes del Estado. La del Palmar, una de ellas, ha visto desaparecer en los últimos años los vistosos tresillos estampados del Aborígena y ahora sus bañistas siguen aplaudiendo a la caída del sol mirando de reojo a la temible posibilidad de que un viejo proyecto hotelero termine tomando carta de naturaleza en sus alrededores hasta el punto de que acabe con esa hermosísima forma de paraíso.
Precisamente allí, irán a manifestarse los del 15-M que anoche no hicieron barbacoas en La Victoria sino guardia en El Palillero en protesta por la carga de los antidisturbios contra sus compañeros en Madrid. Así, el lunes 15 de agosto, partirán varias marchas de indignados a protestar contra la especulación urbanística, desde el faro de Trafalgar, Vejer y Conil, hasta converger todos ellos en la playa de Mangueta. Si el turismo va a salvarnos del paro, este verano, a medio país, ¿qué decir de la provincia que sigue a la cabeza en la floreciente industria del desempleo? Mejor sería que nos tomáramos en serio, por nosotros y por los visitantes, esas hojas de ruta que nos llevan a proteger –para el presente pero sobre todo para el futuro– esa parte de nuestra tierra que besa abiertamente al mar desde hace milenios.