Días de permiso
Actualizado:A los ‘indignados’ hay que hacerlos fijos para que tengan derechos laborales. Ningún colectivo, que se sepa, viene demostrando un una mayor asiduidad, ni un mayor entusiasmo. Han vuelto a tomar la Puerta del Sol, que unas veces es de la Policía y otras de ellos, por riguroso turno. La verdad es que están aburriendo hasta las ovejas gubernamentales y a su pastor, el paciente y astuto Rubalcaba, que ya ha dicho que «200 personas no pueden poner patas arriba una ciudad». Se equivoca. En primer lugar son muchas más de 200 y en segundo no todas son personas.
Quienes protestan contra la injusticia pueden hacer posible la institucionalización del desorden, que es la mayor de las injusticias. Hasta ahora sólo hay heridos, pero se busca un muerto. Como se sabe, el día del entierro se registrarán diez más que pasan a la indiferencia después de exhibir su entusiasmo y ya no pueden mostrar su indignación. ¿No hay manera de hacer un calendario? Los agentes de la policía debieran saber cuándo les toca a ellos despejar la Puerta del Sol y cuando hay que dejársela libre a los que no van uniformados, aunque se meen en los escaparates. No se les puede exigir unos modales exquisitos a los descontentos. Algunos jamás han tenido trabajo y otros los han perdido o no lo encuentran. Quizá la «permisividad política» se basa en que ambos sectores –los ocupantes y los desalojantes– saben que «tiene razón el sufrimiento».
La negativa del movimiento a elegir cargos y portavoces para hacer posible que se entiendan puede determinar que se lo apropien quienes ni dan palos ni los reciben. Siempre hay agitadores profesionales y la crisis ha convertido España en una coctelera. Unos días tienen permiso los manifestantes para gritar y otros días tiene licencia la policía para callarles. A unos no les falta razón y otros la tienen de sobra. Y así estamos. Esperando que venga el papa, para liarla más gorda.