La artrosis del tío Sam
El acuerdo 'in extremis' en EE UU sobre el déficit ha evitado la suspensión de pagos, pero también ha revelado graves problemas de funcionamiento político y económico
MADRID Actualizado: GuardarEstados Unidos sigue siendo la superpotencia por antonomasia, pero muchas cosas han cambiado desde el derrumbe de la Unión Soviética. Del mundo bipolar se pasó en un primer momento a la supremacía incontestable del Imperio de Washington, pero desde entonces el contexto internacional ha sufrido una gran transformación. El espectacular despegue de China y de las potencias emergentes así como la amenaza del terrorismo internacional han marcado la transición a un mundo multipolar sin un poder hegemónico incontestable.
Las formas también han cambiado. Aunque el músculo militar sigue siendo un gran argumento de peso y en último término puede resultar indispensable, su capacidad resolutiva ha disminuido. China trata de ponerse al día reforzando y modernizando sin pausa sus Fuerzas Armadas, pero su penetración en otras áreas geográficas está siendo más persuasiva. La presencia china en África es una buena muestra de esa nueva estrategia, copando producciones petrolíferas, agrícolas y pesqueras sin desatar la hostilidad local, sino más bien lo contrario.
Aún así, Pekín también fortalece su brazo armado, como se ha visto ante el fenómeno de la piratería, desplazando una flota de guerra al Índico, por primera vez desde el siglo XV. Sin embargo, en este terreno está todavía a años luz no solo de Estados Unidos sino de las potencias occidentales. Un mando militar español integrante de la Operación Atalanta en Somalia, que quiso mantener el anonimato, contaba a quien suscribe estas líneas cómo se quedó sorprendido de las carencias y simplezas con las que los marinos chinos presentaban sus formaciones navales en los proyectos de colaboración con la OTAN. Aunque en este como en otros campos, la evolución y mejora es imparable.
Repliegue militar
Con China pisando los talones, la economía ha forzado un repliegue militar de Estados Unidos, empezando por Afganistán y ha aparcado de forma muy llamativa el estrecho marcaje a Irán por su investigación nuclear. La doctrina imperial neocon comienza a decaer incluso entre sus grandes defensores del partido republicano. En el agrio forcejeo en torno al déficit, el Tea Party no ha tenido muchos remilgos en meter la tijera a los gastos del Pentágono con tal de reducir el gasto público y poner contra las cuerdas a Barack Obama.
La pugna política centrada en la economía y en el campo doméstico que se presenta ante las elecciones de noviembre de 2012 ha tenido solo una primera toma de contacto en el dramático acuerdo sobre la deuda. Un duelo en el que ha llamado la atención el cambio en los mecanismos del Capitolio, entorpecidos por la labor obstruccionista de los radicales del Tea Party. El interés general de salvar al país de la quiebra no suscitó la movilización patriótica de antaño en los republicanos, pero tampoco en sectores demócratas contrarios al acuerdo por las imposiciones que ha tenido que aceptar el presidente.
Al motor económico estadounidense la está costando recuperar su velocidad de crucero y la batalla política no ayuda. Los últimos datos han confirmado el estancamiento de la economía con un crecimiento de tan solo un 0,8% en el primer semestre del año. El batacazo bursátil del pasado jueves y la rebaja en la calificación de la deuda, este viernes, por Standard & Poor's suponen sendos avisos de que la tormenta está lejos de amainar y de que los efectos políticos seguirán haciéndose sentir.
Las elecciones presidenciales de EE UU siempre han sido un espectáculo político, pero las del año próximo apuntan a que lo serán todavía más si cabe. El choque de trenes que se perfila para la campaña deja poco lugar a dudas. El presidente ha visto como su popularidad ha quedado bastante deteriorada por la crisis y batalla del déficit, aunque parece decidido a mantener su imagen moderada y centrista, alejada de los movimientos bruscos y estridentes. En el campo republicano, sin embargo, el Tea Party va a poner muy difícil que se elija a un candidato republicano moderado y fuera de sus planteamientos populistas y extremos.
Todo ello se traduce en una imagen de artrosis económica y política de un gigante que sigue siendo el centro de gravedad del orden mundial y del que depende buena parte de la recuperación de las economías occidentales. El viejo dicho de que los europeos deberíamos votar también en las elecciones de EE UU, por lo mucho que también nos jugamos en ellas, puede tener mayor fundamento en 2012.