Deslucido encierro de La Palmosilla
Solo primero y quinto ofrecieron posibilidades que no fueron aprovechadas por Rivera y El Fandi
EL PUERTO.Actualizado:Saltó al ruedo el primero de la tarde y se dedicó a huir de los capotes de los toreros, mientras que Rivera Ordóñez, pegado a tablas, no salía de las rayas para recogerlo. Por fin, después de cambiado el tercio y transcurridos varios minutos, lo paró a la verónica en terrenos de sol. Tal vez por ello, el animal recibió una prolongada vara trasera en la que le taparon con descaro la salida. Aún así, el toro se vino arriba en banderillas y empezó a repetir con codicia las embestidas en los primeros pases del espada, quien compuso una faena carente de apreturas, basada en el toreo en redondo. Encastado ejemplar de La Palmosilla que regaló múltiples e intensas acometidas que no tuvieron la correspondencia adecuada en la labor de su matador, pues ésta resultó anodina y con permanentes cites fuera de cacho. Dilatada faena que sólo destacaría en su apartado cuantitativo pero que resultaría exigua y vacía en el capítulo cualitativo. Después de una estocada y tres descabellos recibió una generosa afición del respetable.
Su segundo enemigo también salió suelto del capote y derribó con estrépito la cabalgadura. Incauta osadía que sería castigada con creces por el picador con un puyazo largo, fuerte y ominoso. Rivera Ordóñez demostró sus cualidades banderilleras con tres pares al cuarteo, el último de los cuales en reunión muy comprometida, y un cuarto en la suerte del violín. El toro llegó al último tercio con menguante recorrido y muy incierto en su acometida, siempre con la cabeza alta, por lo que al diestro le resultó imposible traspasar la frontera que marca el mero intento de armar faena. Mal con la espada, su labor fue silenciada.
Escaso recorrido y nula codicia presentó el segundo de la suelta en la capa de El Fandi, quien sólo pudo lucirse en un quite por chicuelinas y tafalleras, abrochado con media verónica. Iniciaría después el trasteo de hinojos, para conducir a la res, ya erguido, al tercio, con galanura mediante ajustados pases por bajo. Pero el toro rebrincaba su embestida y prodigaba incómodos cabezazos a la salida de los muletazos. A pesar de ello, supo aprovechar El Fandi su mejor pitón izquierdo para esbozar series de naturales que carecerían de redondez por la hostil respuesta de un enemigo, cada vez más orientado. Donde destacó de verdad el granadino fue con su consabida facilidad en los tercios de banderillas a sus dos oponentes, que finalizaría con un espectacular par al violín en uno y con una meritoria ejecución de dentro a fuera en el otro. Tras citar de rodillas en los medios, no consiguió El Fandi templar del todo la encendida embestida del encastado quinto, al que realizaría una prolongada faena por ambos pitones, que finalizaría con unos aclamados desplantes finales con el toro ya parado y rajado. Un pinchazo y una estocada junto a tablas constituirían el epílogo de su actuación.
El escaso celo y nulo recorrido que mostraron sus dos enemigos impidieron a Daniel Luque obtener el lucimiento en el toreo a la verónica, a pesar de la cadencia con que movió los brazos. Tónica que tendría su continuidad en los trasteos de muleta, que consistieron en un intento continuado de alargar las cortas y anodinas embestidas. Dos series ligadas de derechazos en el sexto y un arrimón final entres los pitones del tercero, constituyeron los episodios más destacados de su esforzada labor.