TALLER DE RELATOS

Fantasía sexual de una noche de verano

El polémico escritor Orlando González había sido dado por desaparecido poco después de su último fracaso literario

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El polémico escritor Orlando González había sido dado por desaparecido poco después de su último fracaso literario. La novela, 'Salida de emergencia', un ácido retrato de los círculos de poder basado en un prometedor consejero liado con una diputada de la oposición, pasó sin pena ni gloria. Pero el misterioso mutis de su autor causó cierta conmoción en el mundillo. No habiendo nada mejor para los postres, la noticia cerró el Telediario un día de verano. Con desigual audiencia, fue sesudamente debatida en el Sálvame con ásperas diatribas sobre las muchas adicciones de Orlando. Interviú le dedicó un profundo reportaje de investigación que publicó páginas antes del desnudo integral robado al futbolista Ronaldo en alguna playa paradisiaca. En la Red corrieron los rumores de crisis depresiva e intento de suicidio con posterior tratamiento de desintoxicación en una clínica exclusiva de Majadahonda. Lo mismo podía ser una maniobra publicitaria para relanzar su carrera que un secuestro de ETA para refinanciar la suya. Según unos, habría ingresado en una secta de adeptos al yoga tántrico. Para otros, se había unido de incógnito con un perro y una flauta prestados al movimiento de indignados. Y hubo incluso un foro ultraconservador que lo vinculó a Rubalcaba y un supuesto fondo de reptiles… Pero, aun así, se habló más de los atributos de Cristiano y de que el público, en general, como el Bernabéu, esperaba algo más del portugués. En fin, que, pasada la polvareda inicial, todos los que no se habían olvidado de Orlando en un par de días lo hicieron en un par de semanas... Y a otra cosa, mariposa.

Solo una persona, su incondicional editora y amante ocasional Daniela Estela, mantuvo la fe en él más allá de la tercera semana e incluso de la cuarta. Ni al mes largo pensó en darse por vencida; no era ella mujer de dejar a medias ni libros ni hombres ni otras gaitas. Ni siquiera cuando, en un momento de debilidad, se interesó esporádicamente por un dotado escritor novel –más dotado que novel en según qué sentido–, ni siquiera entonces dejó de pensar que su pobre Orlando podía estar en peligro, desde Guantánamo, en las férreas manos de la CIA, a las Seychelles, rodeado de tortugas gigantes y bellezas tropicales.

Carecía de pistas para saber que su amado no andaba tan lejos, aunque sí bien extraviado. La situación era descorazonadora. Pero todo cambió cuando la infatigable Daniela encontró a través de Facebook el rastro de un eremita que, cual santurrón sobrevenido, rondaba como loco las remotas montañas de la Alpujarra riojana empeñado en amar al hermano lobo, la hermana yegua y, sobre todo, a la hermana excursionista. Aquello encajaba con el perfil de Orlando, al menos con su perfil más furioso: típica reacción bipolar de macho frustrado y salido. Alarmados, los aldeanos lanzaban un SOS a la desesperada: "Por favor, que alguien se lleve de aquí a este tarado".

Después de mucho penar, el reencuentro de los dos amantes fue tan memorable que llegaron a registrarlo los sismógrafos y, como todo temblor que se precie, tuvo varias réplicas considerables. Esa noche Daniela y Orlando no fueron tigres ni panteras, fueron paquidermos. La fauna autóctona estaba alucinada. Venados y jabalíes, tenidos por animales ardorosos, aprendieron un par de cosas indescriptibles. Más que de fábula, aquello era digno de una égloga. Sí, él escribiría sin cesar y ella ordeñaría ciervas. La obra se editaría a tiempo para la Feria del Libro y ambos bajarían a Madrid a firmar ejemplares en taparrabos. Iban a crear tendencia esa temporada…

Pero antes de todo eso se quedaron plácidamente dormidos bajo las estrellas.

A la mañana siguiente, al despertar de su fantasía erótica, desprendidos ya de sus personajes imaginados, Manolo y Carlota desayunaron barritas energéticas, recogieron sus mochilas y, antes de partir de regreso al coche, dejaron un par de obsequios en el refugio de pastores que les había servido de nidito de amor: la loción antimosquitos y los condones que sobraban.

– No ha estado mal del todo, ¿no? –, dijo él poniéndose en camino.

– Ha estado bien –respondió ella–, pero el próximo mes me toca a mí empezar la historia. Ya he pensado que nos lo montemos algo más cómodo, en un hotelito en plan Sexo en Nueva York... ¡Me pica todo y me duele la espalda que no veas!

– Cariño, no olvides que tiene que ser barato. Y lo importante es la imaginación.

– Sí, claro. Pues que sepas que el detallito de ordeñar ciervas me ha parecido de lo más machista…

– ¿Sí? Pues lo del joven escritor bien dotado sobraba completamente…

– Para sobrada lo de los paquidermos…

– ¿Y lo de Ronaldo? ¿Por qué tenías que meterte tú con Ronaldo con lo que a mí me gusta?... Por cierto, corre que hoy hay fútbol en la tele.