Hosni Mubarak, ayer, tumbado en una camilla y dentro de la jaula, desde donde siguió la primera sesión del juicio contra él. :: AP
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La Historia juzga a Mubarak

El expresidente aparecía ayer ante millones de egipcios en la jaula de los acusados tumbado en una camilla El exdictador y sus dos hijos niegan todos los cargos en un proceso que divide al país

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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«Niego rotundamente todas las acusaciones». Recostado en su camilla, con el uniforme blanco de los presos y un aspecto envejecido pero tranquilo, Hosni Mubarak se enfrentaba ayer al tribunal y a la Historia. Han pasado 30 años, seis meses y no menos de 840 muertos pero, finalmente, el dictador, el padre opresivo de los egipcios, el antiguo mandatario que en su día ejercía de padrino de los tiranos de Oriente Medio, aparecía ayer ante millones de egipcios enjaulado, sometido a una Justicia que él negó durante décadas a sus súbditos.

La Fiscalía acusó a Mubarak de los cargos que ya se conocían contra él: implicación en el asesinato premeditado de manifestantes desarmados, corrupción, abuso de poder y enriquecimiento ilícito. Las acusaciones se sabían, pero la imagen de un Mubarak impávido, escuchando en silencio y con una mirada arrogante los cargos, quedará, durante muchos años, grabada en la retina de los egipcios.

Pocos apostaban por que el exmandatario fuera a comparecer ayer en el tribunal especial instalado en la Academia de Policía de El Cairo. Su delicado estado de salud, de la que, entre rumores y exageraciones de sus abogados, realmente se ha sabido poco, no auguraba que la corte fuera a contar con su presencia. Pero los médicos consideraron que se encontraba bien y, de hecho -y pese a la camilla-, Mubarak parecía estable y su voz retumbó fuerte en el tribunal presidido por el magistrado Ahmed Refat.

Un avión lo trasladaba a las 7.30 de la mañana, hora egipcia, desde Sharm el-Sheij, donde se refugió cuando fue forzado a dimitir el pasado 11 de febrero, hasta el aeropuerto de la capital. Allí, un helicóptero medicalizado lo transportaba a la Academia de Policía, y una ambulancia hasta la sala del tribunal, donde se reunía con sus hijos, Gamal y Alaá, su antiguo ministro del Interior, Habib el-Adli, y otros seis colaboradores que formaban el grupo de acusados.

Entonces, como una aparición de un pasado muy presente, y gracias a la retransmisión en directo de la televisión estatal, Mubarak se mostraba en las pantallas de millones de televisores egipcios. La última vez que se le había visto fue el 10 de febrero, el día antes de su renuncia forzada, en un discurso sentimental y desesperado en el que no dimitió y que fue recibido con miles de suelas de zapatos en la plaza Tahrir, donde los egipcios mostraron su repudio más visceral al dictador.

A pedradas

Ayer, esa primera imagen del 'rais' en la gran pantalla instalada a las puertas de la Academia de Policía era recibida con la misma reacción. Los miles de egipcios que aguardaron estoicamente el comienzo del juicio durante horas y bajo un cielo del que caía plomo derretido estallaban en un éxtasis furioso. Un hombre enjuto y envejecido mostraba, con los brazos extendidos, una túnica y una camiseta manchadas con la sangre, ya reseca y marrón, de su hijo, muerto en los primeros días de la revolución. Con los dientes apretados, gritaba «¡Perro! ¡Asesino!», sin quitar ojo de la pantalla.

La tensión que se ha vivido durante estos seis meses entre defensores de Mubarak y partidarios de la revolución que puso fin a su mandato, volvía a acabar ayer a pedradas a las puertas de la Academia de Policía, a pesar del impresionante despliegue policial que rodeaba el recinto. Carreras, tobillos torcidos, porrazos, rocas que volaban en ambas direcciones y periodistas parapetados tras las antenas de televisión. La escena es ya habitual y en la refriega de ayer fueron heridas al menos 61 personas.

«El pueblo tiene que ganar este juicio, que debe acabar pronto y con los acusados en la cárcel, porque si no vamos a tener una segunda revolución». Con un traje quizás algo ajustado y secándose constantemente el sudor de la frente, Mohamed Bahnasi, no ocultaba sus verdaderos sentimientos a pesar de formar parte del equipo legal que defiende a uno de los colaboradores de Habib el-Adli acusados en el juicio.

Solo 600 personas, entre letrados, familiares y periodistas, habían sido acreditadas, pero la bancada del tribunal quedó medio vacía, mientras que a las puertas, una multitud se quejaba frustrada por no haber podido acceder. Entre ellos estaba Mohamed Goma, que arrastraba un cartel de su hermano Husein, «mártir de la revolución», y que señalaba uno por uno a los policías que custodiaban la entrada a gritos de «¡Asesinos! ¡Lo matasteis sin piedad!».

Además de por incitar junto con El-Adli a las fuerzas de seguridad para que reprimieran con violencia letal a los manifestantes, Mubarak y sus hijos fueron acusados de corrupción por aceptar cinco mansiones valoradas en casi cinco millones de euros en Sharm el-Sheij del empresario Husein Salem, actualmente preso en España y que ayer era juzgado en ausencia. El expresidente también deberá hacer frente a los cargos de fraude por conspirar junto a Salem y su antiguo ministro de Energía para vender gas a Israel a precios menores a los de mercado.

El juicio de Mubarak y sus hijos, que también negaron todos los cargos en su contra, se ha pospuesto hasta el próximo 15 de agosto. Todo apunta a que será largo y farragoso, ya que ayer el abogado del exmandatario, Farid el-Dib, pidió escuchar el testimonio de Mohamed Hussein Tantaui, el mariscal de campo que dirige la junta militar que se hizo con las riendas del país tras la marcha del exgobernante, entre otros 1.600 testigos. El juicio de El-Adli y el resto de los acusados continuará hoy.