– ¿Ha dormido alguna vez con el maillot amarillo puesto?
– Nunca. El maillot está muy bien para el ciclismo, pero después es mejor despojarte de envoltorios y ser uno mismo.
– ¿Cuántas juergas se metió tras dejar la competición?
– No he sido nunca muy juerguista. Para mí no era un suplicio dejar de ir a las fiestas. Nunca las eché en falta.
– Pero en las discotecas se entrenan las piernas...
– Las piernas y especialmente los oídos y las gargantas. Con el volumen tan alto me quedo sin voz.
– Por cierto, ¿se sigue depilando las piernas?
– El día que abandoné el ciclismo profesional fue una auténtica liberación dejar de depilarme las las piernas.
– No es por nada, pero parece que los ciclistas necesitan un buen bocadillo...
– Pues sí. Cuando los ves en la bicicleta parecen unos hombretones, pero en el hotel te das cuenta de que son unos tirillas. Y no dan ganas de darles un bocadillo, no, sino una buena hogaza de pan con chorizo.
– Pero usted también era y es un tirillas haciendo honor a su apellido...
– Siempre he sido muy tirillas, por eso corría y se me daba bien. No hay ningún gran ciclista que no esté hecho un tirillas.
– Dicen que los ciclistas no se ponen desodorante para que en las escapadas no les sigan...
– Desodorante antes de las carreras no me doy, pero como sueles estar duchado, hueles bien. Cuando acabas ya hueles a tigre o a puro macho... pero te duchas inmediatamente. En carrera corre mucho el aire.
– Aseguran las malas lenguas que los hombres no pueden hacer dos cosas a la vez, pero usted se ha ido más de una vez de bareta mientras daba pedales.
– Solo podía hacer eso y por eso había que pararse (risas).
– ¿Cuál es su dopaje preferido?
– Un vaso de vino para cenar es fantástico. Y lo hacía también cuando corría.
– Podría dar positivo casi...
– ¡Eso no da positivo afortunadamente!
– ¿Cuánta gente le ha echado en cara que no le dejara dormir la siesta en los años 80?
– Siempre hay algunos, pero los que protestan lo dicen con buen sabor de boca.
– ¿Y no está harto de que le recuerden que llegó tarde a la contrarreloj del Tour?
– Sí, pero como han pasado tantos años, uno ya ha hecho callo en ese aspecto. Es un sambenito con el que tengo que convivir.
– ¿Se siente un abuelo cebolleta?
– Siempre me da un poco vergüenza contar batallitas en las que he sido yo el protagonista, aunque de vez en cuando me salen. Y mucha gente me las pide.
– Ahora, como comentarista, su Tour será más un tour gastronómico, ¿no?
– Como comentarista puedes conocer la gastronomía del lugar y permitirte lujos que los deportistas no pueden.
– ¿Se cobra más dándole al pedal o como comentarista?
– Cobraba mucho más dándole al pedal. Dándole a la lengua ahora me lo paso francamente bien.
– ¿Cuándo va cuesta abajo y sin frenos?
– Cuando es línea recta. No me gusta jugármela, ya me la he jugado muchas veces.
– ¿Ha liado alguna vez una pajarraca?
– No, pero las pájaras sí que me siguen viniendo a ver... Ja, ja.
– No es muy friki que un grupo de música británico llevase su nombre...
– Cuando me enteré me sorprendió. No sé si es friki, pero lo hacían muy bien. Y yo encantado. Cuando se separaron hace un par de años me dio mucha pena.
– ¿Le invitan a las bodas para que sea el rey de la fiesta?
– Algunos me han invitado. Pero no pinto nada en una boda en la que no conozca a nadie solo porque sea Perico Delgado y ellos sean aficionados al ciclismo.
– ¿Es un truhán o un señor?
– Unos días soy un truhán y otros días un señor, creo que la justa medida está en la mitad.