TE CAMBIO MI PISO POR TU MANSIÓN
«Te puede tocar un palacete. Mientras tu vivienda sea coqueta, todo es posible. Los ricos no siempre buscan el superlujo», aseguran las empresas especializadas en el trueque de residencias de alta gama. Una idea tentadora para ahorrarse el alojamiento en vacaciones
Actualizado:Todo empezó allá por los años 50, cuando un grupito de profesores anglosajones y nórdicos decidió ahorrarse el alojamiento en vacaciones. No tenían más que canjear sus respectivas casas por una temporadita. Había confianza y ganas de conocer mundo. Un negociado que alcanzó su punto de ebullición con la llegada de internet. Ahora la cosa está que arde, sobre todo al calor de la crisis. La red permite que los extremos se toquen: el último grito son los intercambios 'desequilibrados'. El objetivo consiste en conseguir que te abran las puertas de una mansión tipo Falcon Crest. O de algo parecido.
Como le ocurrió a Luis Gutiérrez, un abogado de 33 años que vive en un piso cerca del eatro Real de Madrid. «Pegadito a la plaza de Oriente. Tiene 100 metros y es más bien sencillito. Pero, oye, una pareja de jubilados de Montreal se enamoró de él. Total, que hicimos el trueque y yo me fui un par de semanas a su palacete del barrio de Forrest Hill, en Toronto. ¡Una pasada!», suelta más contento que unas pascuas. Y ahí se queda todo, ni acepta que le hagan fotos ni proporciona más detalles sobre su historia. La ostentación no tiene cabida en estos tiempos tan duros.
Veamos el paño por nuestra cuenta. Para empezar, conviene saber que hay más de 3.000 ofertas colgadas en internet, todas ellas sumamente acogedoras y glamurosas. Lo mismo encuentras una mansión en isla Mauricio, a orillas de un mar que burbujea a 29 grados, que te da un soponcio al descubrir un chalé a la sombra de la Gran Muralla China, con mayordomo y servicio de lavandería. ¿Cómo es posible? Pues bien, no suframos, que los ciudadanos de a pie también podemos dar la nota gracias a un 'pelotazo' oportuno.
Ahí reside el encanto del intercambio 'no equitativo' que en los últimos tres años está ganando adeptos. Con especial entusiasmo en EE UU, Australia, Francia, Reino Unido, Italia y España. Basta con ofrecer un hogar (o segunda residencia) suficientemente 'chic', apañadito y lleno de luz para tantear la suerte. No importa que sea un piso que presume de casposos aires victorianos, con mobiliario cutre de palo santo y perritos de porcelana demodé en las estanterías. No faltarán magnates que aguanten el olor dulzón de la madera y sepan valorar la casa en su justa medida. Como le soltara un famoso torero madrileño sin complejos nada menos que a Ortega y Gasset: «¡Hay gente 'pa to'!».
Memorable lema, acuñado por Rafael Gómez Ortega 'El Gallo', que ahora se empeñan en seguir a pies juntillas tanto Luxe Home Swap como Home Exchange Gold. Son dos de las empresas más potentes que facilitan el canje entre viviendas de 'alta gama', pero sin cerrar las puertas a casi nadie. En la variedad está el gusto. El buen gusto. Por eso no miran por encima del hombro a los propietarios (o arrendatarios) más modestos que sudan la gota gorda para que su casa brille como los chorros del oro.
Una y otra reconocen ese esfuerzo y no demandan más. O, al menos, no mucho más. Ni requieren título de propiedad para apuntarse en sus respectivas páginas web ni exprimen a sus clientes: Luxe Home Swap pide una cuota anual de 127 euros (un euro si el 'alta' se limita a cuatro semanas) y Home Exchange Gold sube a 344. Una vez realizado el pago, queda abierto el catálogo 'online' de moradas con solera.
Casas en 50 países
«Que no, que no... ¡Que no restringimos nuestra clientela a los millonarios!», insiste Debbie Wosskow, cofundadora de Luxe Home Swap, una firma con apenas año y medio de rodaje que ya cuenta con cerca de 1.500 clientes y un radio de acción de más de 50 países. El objetivo es ofrecer una estancia «cómoda, económica y de ensueño». Esta joven empresaria estudió Filosofía y Teología en Oxford pero lo suyo es mover dinero. Y cazar al vuelo las nuevas tendencias. Sin parar. Tiene una cabeza que echa chispas, como una caja registradora al rojo vivo.
Adicta a la moda, le gustan los trapitos casi tanto como la figura de Winston Churchill, sobre todo cuando el primer ministro soltaba frases como «mira los hechos, que ellos te miran a ti». Pues bien, Debbie se aplica el cuento. Y en esas andaba cuando cayó en la cuenta «de que la austeridad sin caprichos no se lleva». Ya se pueden comprar yogures y leche de marca blanca, que luego se presume de iPhone de Apple o cafetera Nespresso.
Dicen los psicólogos del consumo que cuanto más nos apretamos el cinturón, más atención se presta a todo lo que huela a 'exclusivo'. Así las cosas, en el tinglado del intercambio de residencias, Debbie no tuvo que rascar demasiado para hallar un nicho con muchísimo potencial.
Es evidente que todos querríamos correr la suerte de Kate Winslet en la película 'The Holiday' ('Vacaciones'), una británica que aterriza en una mansión de Los Ángeles, a cambio de prestar su casita de campo en el condado inglés de Surrey. La idea es propiciar esa buena estrella. Que no se trate de una lotería que toca una vez en la vida. La cofundadora de Luxe Home Swap agita ese señuelo, infatigable y machaconamente: «En nuestra página web hay un abanico amplísimo de viviendas. Todas son muy estilosas, y una gran parte incluso ¡espectaculares!».
Debbie intuye que hay negocio para rato, de ahí que siga aplicándose a fondo en campañas de publicidad y marketing. Encaramada a sus sempiternos tacones -«Louboutins por la mañana y Giuseppe Zanotti por la tarde»-, no baja la guardia en ningún momento. Tiene muy presente a la competencia: en especial a Home Exchange Gold, una de las más veteranas en intercambio de residencias 'top', que arrancó en 2008 y cuenta con más de 1.000 clientes en 62 países. Unas cifras que engordan a velocidad de crucero, mientras Alexandra Origen du Cluzeau, directora de Marketing de la multinacional, se frota las manos. Y lo hace con auténtica fruición, más todavía al recordar su estancia en una mansión de Costa Rica.
«Ay, sí, es una maravilla de 250 metros cuadrados, con acceso a una playa salvaje y un parque privado de casi 1.000 metros cuadrados... Fue hace dos años y me acuerdo como si fuera ayer». Lógico. Disfrutó a sus anchas de 'Diosa del Mar', una casona con hamacas, de palmera en palmera, y pantallas de cine para ver la tele. Existir, existe. Se halla en la provincia de Guanacaste, tiene cinco habitaciones y se alquila por seis noches al precio de 3.224 ó 2.407 euros, según sea temporada baja o alta.