Manzanares corta una oreja y Morante borda el toreo de capa
Buena corrida de la ganadería del Pilar en Santander, aunque insignificante por lo del «afeitado»
SANTANDER. Actualizado: GuardarEn función del toro, en este caso de las cornamentas, habría que valorar también los méritos de los toreros. Manzanares ha cortado una oreja y hubo muchos motivos para hablar también muy elogiosamente de Morante aún sin haber «tocado pelo». En el caso del primero de Manzanares, lucieron todos los muletazos, quede claro. Pero se notó mucho el recurso, o defecto según se mire, de esperarle con la muleta retrasada para que el medio muletazo aparentara más. Después de recorrer mucha plaza, echó mano todavía de dos circulares invertidos que tienen poco que ver con ese estilo suyo que intenta ser tan depurado. Táctica válida puesto que es una manera de amarrar trofeos cuando el público se entrega sobre todo con lo superficial. Más hubo algo muy serio, la estocada recibiendo, perfecta de ejecución y colocación, en todo lo alto y de efecto letal. Clamorosa petición del doble trofeo, que, no obstante, el presidente dejó en uno solo. El sexto fue un toro de mucha clase, con un tranco excelente, sin embargo, con muy escasa fuerza.
Lo grande vino con Morante, que después de ganarse una sonora bronca en el primero por su absoluta inhibición, bordó el toreo de capa en el cuarto. Seis verónicas y media, y remate, de las que el poeta llamó de alhelí. Menudo alboroto. Y todavía más «fiesta» en un quite de cuatro y media. Lástima que la faena de muleta no tuvo continuidad. El toro, llevando la cara suelta, obligó en ocasiones a ciertas prisas por parte del torero. Mejor por el pitón derecho ya que por el izquierdo «reponía».
Leandro Marcos no hizo una apuesta seria en ninguno de sus toros. Su primero duró poco, pero así y todo hubiera valido más que de sobra si no es porque el hombre estuvo más precavido de la cuenta, además dejándose enganchar en muchas ocasiones. El quinto fue toro bueno, pero otra vez la faena no tuvo suficiente calado. Se empeñó Marcos en torear de las rayas para adentro, de modo que el toro tampoco sacó todo lo bueno que apuntaba. Hubo prestancia y cierta suavidad, buena apostura en ocasiones, pero sin estrecheces.