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Y ahora de vacaciones
La precampaña y la crisis adelgazan el veraneo de los políticos
Actualizado: GuardarNO SOLO PLAYA
La mayoría busca la tranquilidad de los pueblos, muchos en el interior. Patxi López hace un recorrido por Europa, Herrera el Camino de Santiago y Salgado se va a la montaña.
Poco importa que fuera cava o champán: si José Luis Rodríguez Zapatero se viese en una foto como la de Joan Laporta -lozano, moreno, mojado en la cubierta de un yate en Ibiza, en una mano un puro y en la otra la copa-, lo quemarían en la hoguera. A él y a cualquier dirigente político que tuviera la osadía de hacer unas vacaciones con algún toque de lujo. Con los sueldos por los suelos, el diferencial del bono alemán por las nubes y las elecciones en noviembre, nadie cuyo cuello dependa de un solo voto se atreve a irse de vacaciones más de lo estrictamente necesario. Entre los que estrenan despacho, los que matarían por ganar y los que matarían por no perder, los políticos son la ruina de las agencias de viaje. Si se le suma el espadón de la opinión pública colgando de un hilo sobre sus cabezas, las pautas del ocio de sus señorías públicas son dos: vacaciones cortas y, a poder ser, cerca. Muchos de ellos ni se van a mover.
Se supone que cualquiera se merece y necesita un mes de vacaciones. Sobre todo si se trata de un presidente de Gobierno que pasa el año a caballo entre un avión, un estrado y la sala de reuniones. José Luis Rodríguez Zapatero o no quiere, o no puede, o no se atreve a tomarse ni tres semanas libres. Sus días de asueto se limitan a unos pocos días con la familia en León y otros tantos en un palacio de Doñana, en las marismas famosas, además de por su fauna natural, por la fauna política que lo visita. Zapatero, que ya estuvo allí en 2007 y 2008 es mucho más discreto que Felipe González, a quien los arroceros de la zona acusaron de mandar fumigar su delicado ecosistema en el 86 para que los mosquitos no le picasen.
El presidente y su familia, que antes estuvieron en Menorca, Toledo y Lanzarote, tienen poco tiempo para descansar. Ayer se celebró el último consejo de ministros (el siguiente será el 19 de agosto) y se adelantaron los comicios para otoño. Además, el día 17 tendrán que comparecer ante el Nuncio Apostólico para la visita del papa Benedicto XVI. Con los tambores de la batalla de las urnas sonando a lo lejos, el veraneo de los demás 'jugadores' va a ser de infarto. Las obligaciones de Alfredo Pérez Rubalcaba son otras: labrar su futuro como candidato para las próximas generales en contra de las encuestas. 'We can do it', dice su campaña: podemos hacerlo. De momento, el 'sprinter' toma impulso durante unos pocos días en las playas de Llanes (Asturias) por las que pasea cada verano desde hace 20, al fresco del Cantábrico pero sin poder refugiarse de la tormenta política en la que navega. «Tengo pocas vacaciones, según la rutina de los últimos cinco años. Estoy acostumbrado», admite.
No desconectan
'Desconectar' es la palabra clave del verano, pero ¿puede desconectar un político? ¿Y debe hacerlo? Cualquier psicólogo diría que sí. La lógica manda que alguien con responsabilidades debe estar descansado en el desempeño de sus funciones. La mayoría se empapa de la prensa y obviamente, nunca apaga el móvil. «Si pasa algo, lo que sea, me llamáis». El portavoz del Gobierno, José Blanco, no se separa de su 'tablet' en el que escudriña la prensa. Los que le rodean aseguran que es un usuario entusiasta de la plataforma de prensa digital 'Kiosko y mas'. Cuando no lee, anda por la Isla de Arosa o los campos de Palas de Rei (Lugo) y cocina para los amigos especialidades en pescado a la gallega y su plato estrella: el pollo campero.
La ministra de Sanidad, Leire Pajín, ya pasó sus vacaciones con más pena que gloria. Quedarán en su recuerdo unos días de paz en Lanzarote, el clima canario y una asombrosa polémica acerca de su silueta en bikini. Después de semejante chaparrón, prefiere guardarse de señalar a los paparazzi el lugar de su próxima exclusiva. Trinidad Jiménez se larga a la comarca del Barbanza (Ría de Arosa) y al sur antes de la visita del Papa, que no se perderá José Bono, al que esperan en su pueblo, Salobre, en Albacete.
Con el permiso de Moody's, la vicepresidenta económica, Elena Salgado, la única que podría viajar a un destino más exótico, pasará unos días en la montaña, aunque no dice palabra sobre si será en España o en el extranjero (hace unos años, la ministra deportista subió a las nieves del Kilimanjaro, en Tanzania). Ángeles González-Sinde, otra de las ministras en la diana de las iras de la opinión pública, tampoco suelta prenda sobre su destino.
Cuando Rodríguez Zapatero anunció en la rueda de prensa de ayer las elecciones, a Rajoy, el pretendiente de La Moncloa, se le hicieron aún más cortos los planes de descanso. Desde hace muchos años, el presidente del PP busca el fresco en la costa gallega de Sanxenxo (Pontevedra), donde suele pasar semanas. ¿Y este año? Estará «yendo y viniendo» durante quince días: mucha playa y mucho coche. No hay tiempo para más. No terminan de descansar ni él ni su equipo: móviles encendidos, iPad echando humo, reuniones aunque sea a pie de playa, largas llamadas... En el PP se les han carbonizado los días de ocio sin empezar a disfrutarlos. Salvo para los más madrugadores, como el vicesecretario general Esteban González Pons, al que la noticia le pilló conociendo con su extensa familia las costas de Normandía (después se irá a Alcalá de la Selva, un pueblo de Teruel). En Génova preparan el desembarco en La Moncloa, con la vicesecretaria general de Organización, Ana Mato, en Cádiz y Javier Arenas entre el desenfado despeinado de Tarifa y la exclusiva Marbella.
El PP no cierra el chiringuito y cada semana varios dirigentes tienen que hacer guardias que duran una semana. Se 'comen' el marrón González Pons, Ana Mato, Soraya Sáenz de Santamaría y Pío García Escudero.
Cerca de Arenas estará Rosa Díez (UPyD), que desde hace años elige la playa de La Barrosa, en Chiclana (Cádiz), para disfrutar de unos gustos «muy sencillos», según los suyos: pasear y leer.
Entre los presidentes autonómicos, la alegría va por barrios. Francisco Griñán pasará quince días en Galicia con su familia (incluidos sus cuatro nietos), dedicado a estar con ellos, a correr, a bañarse y a acostarse pronto. El Presidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, hará el Camino de Santiago (es un admirador de la peregrinación). El lehendakari Patxi López será menos asceta: hará un circuito en coche por ciudades europeas, mientras que el recién estrenado presidente valenciano Carlos Fabra se refugiará en su apartamento del pueblo turolense de Puertomingalvo, que visita hace años.
Muchos se quedarán cerca de casa, como el presidente murciano, Ramón Luis Valcárcel, que viajará hasta Pilar de la Horadada, Alicante. Otros no se moverán del sitio: ni Ignacio Diego (Cantabria), ni José Antonio Monago (Extremadura), ni Francisco Álvarez Cascos (Asturias), ni Pedro Sanz (La Rioja).
Casi todos ellos aprovecharán agosto para tomar tierra en sus cargos y verán pasar el verano desde la ventana de sus despachos.