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«Mi marido me pidió que lo dejara ir»
La alemana sospechosa de un delito de auxilio en suicidio en Conil detalla a LA VOZ los últimos días de calvario del matrimonioRenata Schmidt niega sin embargo haber ayudado a su esposo, de 73 años, a suicidarse
CONIL. Actualizado: GuardarRenata Schmidt abre la puerta. Llama la atención que una anciana (tiene 80 años) no desconfíe de dos desconocidos, redactor y fotógrafo de este medio. Con el pelo arreglado, un extraño colgante en el cuello y una elegante camisa con la que acaba de volver de hacer la compra, la mujer sospechosa de haber ayudado a morir a su esposo, Peter Schmidt, de 73 años, el pasado fin de semana en Conil, no tiene reparos en explicar lo ocurrido en torno a este extraño caso.
Renata habla español con fluidez. Lleva más de dos décadas residiendo en la urbanización Fuente del Gallo tras haber vivido una primera etapa en el casco urbano conileño, haberse mudado a la población de Mijas, y haber vuelto a la primera línea de playa en Conil. «Mi marido ya no quería vivir. La noche antes de encontrarlo sin vida se despidió de mi; estuvimos hablando y me dijo que lo dejara ir», relata con tranquilidad.
Originarios de la ciudad teutona de Munich, el matrimonio Schmidt era muy conocido en el entorno residencial de Fuente del Gallo. Cuestionada por este medio sobre su presunta implicación en un posible delito de auxilio en el suicidio sobre el que el titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Chiclana la interrogó a finales de la pasada semana, Renata es tajante.
«Mi marido tomaba una o dos pastillas de Luminal (un medicamento contra la epilepsia, recetado en ocasiones para combatir el insomnio), pero esa noche se tomó bastantes más. Yo me acosté y cuando me levanté estaba muerto. Yo no tengo nada que ver con su muerte», sostiene.
Hay que recordar que el informe de la autopsia que se le practicó al cadáver después de que ella avisara a los servicios de emergencia del fallecimiento, obligó al magistrado que lleva el caso a abrir diligencias. Esas diligencias permanecen desde hace unos días bajo secreto de sumario.
Este medio supo sin embargo que el estudio postmortem realizado al ciudadano alemán reveló la presencia de cantidades de un componente de la familia de las benzodiacepinas (barbitúricos) que se receta para el tratamiento de la epilepsia, una dolencia que en principio no sufría la víctima.
Ello, unido a que la mujer había comprado días antes del fallecimiento de su marido varias cantidades de medicamentos, hace pensar a la investigación que la muerte de Peter no fue un suicidio; el juez deberá dilucidar si fue un homicidio o un auxilio en el suicidio (cooperación en la eutanasia).
Lo único cierto es que la vida de este matrimonio se había convertido en los últimos años en un verdadero suplicio. Enfermo de esclerosis desde hacía una década y postrado en una silla de ruedas, Peter Schmidt era un hombre muy conocido en Conil.
Vecinos suyos recordaban ayer que era habitual verlo jugar al ajedrez en el restaurante El Marinero en Fuente del Gallo, y casi a diario acudía junto a su esposa a almorzar a los establecimientos de la zona.
En un entorno residencial donde la comunidad alemana es muy numerosa y está perfectamente integrada, apenas unos días antes de su muerte los vecinos del matrimonio se sobresaltaron al ver que una ambulancia se llevaba a Peter; el anciano fue trasladado primero al hospital y luego a una clínica privada, de la que regresó a las pocas horas.
En su relato de los últimos días de la vida de su marido, Renata no muestra prácticamente ningún síntoma de tristeza, sino más bien de resignación, incluso cierto alivio.
Más entera de lo que podría esperarse en sus circunstancias, pero con el tono de voz rasgado que da el tener que aceptar la pérdida de un ser querido a ciertas edades, Renata no cambia el gesto cuando el redactor le pregunta si teme ingresar en prisión, acusada de inducir la muerte de su esposo. La anciana alemana se encoge de brazos y suspira. Niega con la cabeza. Qué más da.