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Trabajo y recompensa para Pinar
Corta dos orejas, mientras El Cid y El Fandi se van de vacío tras el desigual encierro de la ganadería gaditana de Torrestrella La entrega y el esfuerzo del torero le sirven para ganarse la Puerta Grande
CÁDIZ. Actualizado: GuardarTuvo mucho que torear la corrida de la gandería de Torrestrella. Y lo peor es que el tendido no era consciente. En consecuencia, Pinar terminaría recurriendo a lo populista, inevitable en estos casos, después de haber estado muy entregado y con mucho mando. Era la única manera de fijar la atención de un público que estaba más por lo fácil.
Y así los circulares en el epílogo de las dos faenas de Pinar serían definitivos para meter al público en la canasta.
Pero conviene dejar claro que no fueron lo que se entiende por trasteos de corte vulgar. Lo de Pinar fue de nota alta para las exigencias de sus dos toros.
Cabeceaba su primero, llevando la cara suelta. Toro con mucho genio finalmente domeñado por el temple. Ese fue el mando de Pinar. Aunque quedaría pendiente todavía un inconveniente, cuando el toro «hizo hilo» por el pitón izquierdo, sin dejar de embestir después de haber terminado los pases. El mérito de Pinar fue no arrugarse, aunque hay que reconocer que por ahí no pudo.
En definitiva, la faena tuvo corte derechista, y al final se pudo relajar el torero en los citados circulares. Además, tres por alto de mucha enjundia y un desmayado como broche, fue lo más artístico de todo.
En el sexto valdría igualmente tanto la disposición y firmeza de Pinar. Un toro manso y con poder, que, sin embargo, casi siempre respondió en la distancia corta. Pinar le dejó los engaños en la cara para ligarle los muletazos. Eso hizo que creciera el ambiente a favor.
Luego, ya está dicho, el efectismo de los redondos, algunos agarrándose a los lomos del animal. La entrega fue recíproca, por un lado el torero con el toro, por otro el toro con el torero, y el público loco de contento. En uno y otro caso la contundencia de la espada fue también clamorosa. Con la oreja del tercero y la oreja del sexto, Pinar salió a hombros.
Al Cid le quitó el presidente la que debió ser en justicia la primera oreja de la tarde. Había toreado muy bien por naturales, y el corolario final de la faena fue impecable. A todo esto, toro nada claro, defendiéndose, rebrincadito, que, aunque tomaba bien la muleta al inicio del pase, remataba el viaje por arriba.
El sevillano toreó por el izquierdo como acostumbra, con soltura y enjundia, y las series además cada vez más largas y perfectamente abrochadas con el de pecho. Antes de perfilarse para matar ya apuntaba aquello a oreja. Entró la espada a la primera, pero el presidente no sacó su pañuelo.
El cuarto bis fue el toro más difícil del envío, esperando en banderillas y pensándoselo mucho en la muleta, sin fijeza ni entrega. Aquí el esfuerzo del «Cid» fue mínimo.
El Fandi brindó su habitual espectáculo con las banderillas y poco más. Ni le dejaron los toros ni él se comprometió tampoco. Estuvo más aparente en el segundo, pero sin terminar de estructurar faena. Y con el quinto, tan manso como inválido, el granadino no supo nunca por dónde empezar. Por la brevedad quizás ni se planteó ensayar trasteo.