Al fin hay fecha electoral
Rodríguez Zapatero ha preferido no mantener abierta la incógnita hasta septiembre y ha optado por despejarla hoy mismo
MADRID Actualizado: GuardarRodríguez Zapatero ha preferido no mantener abierta la incógnita hasta septiembre y ha optado por despejarla hoy mismo: las elecciones serán el 20 de noviembre. No habrá, pues, nuevas iniciativas de reforma en la legislatura que termina y tan sólo se adoptará en agosto un decreto ley de ahorro y eficiencia sanitaria y se concluirán en septiembre otras que están en marcha (la de las cajas, preferentemente, y algunas leyes a falta de aprobación final como la concursal, la de integración de los trabajadores agrarios en el régimen general de la SS o la de reconocimiento y protección integral de las víctimas del terrorismo). En septiembre disolverá Zapatero las cámaras y también en ese mes tendrá lugar la conferencia política del PSOE, de la que emanará el programa que defenderá Rubalcaba en la campaña electoral. Y no se elaborarán los presupuestos generales del Estado, que deberían entrar en el Congreso en septiembre: el gobierno entrante deberá prorrogar los actuales hasta que redacte y logre la aprobación de unos nuevos ya en la siguiente legislatura. Es lo adecuado.
La anticipación real es pequeña, apenas cuatro meses, pero va en la dirección correcta y puede conseguir efectos económicos y psicológicos significativos. La última encuesta del CIS, además de ofrecer sus controvertidos pronósticos electorales que tanto han molestado al PP, ponía de manifiesto que Rodríguez Zapatero, voluntariamente apartado de la carrera sucesoria, había acarreado incluso simbólicamente el peso de todas nuestras desventuras, por lo que la precipitación de las expectativas electorales habrá de zanjar en el imaginario colectivo lo más duro del episodio crítico que acabamos de vivir y abrirá puertas y esperanzas que habrán de facilitarnos el logro de la recuperación futura. Dicho de otro modo, Zapatero cargará con el lastre que deja la recesión mientras Rubalcaba consigue ser exonerado de ella.
El proceso de sucesión en el PSOE hacía realmente inviable la tesis del agotamiento de la legislatura. Rubalcaba, candidato oficial de este mes de julio, no tenía otro cometido que la campaña electoral, que no hubiera podido prolongarse durante más de medio año sin hastiar irremediablemente a la ciudadanía. Además, la nominación del candidato dejaba al presidente del Gobierno en una incómoda postergación, que le reducía considerablemente su capacidad de interlocución institucional y le impedía de hecho tomar decisiones relevantes, Así las cosas, era impensable avanzar en estas condiciones por el camino de nuevas reformas, que habrán de quedar ya para quien recoja el testigo.
De común acuerdo con Rubalcaba
Con toda probabilidad, ha sido la encuesta del CIS la que ha precipitado la decisión de Zapatero, adoptada de común acuerdo con Rubalcaba. El sondeo, que todavía es muy favorable para el PP, ha servido para constatar varias tesis: primero, que Rubalcaba, con un discurso de renovación, está en condiciones de recuperar una parte significativa de la clientela del PSOE que había desertado por hostilidad a la política practicada por Zapatero (1,2 millones de votantes habrían regresado al redil); segundo, que las elecciones del 22M están produciendo un cierto efecto rebote: ante la evidencia de que aquel castigo al centro-izquierda podía producir un grave desequilibrio político en el país, quienes no lo desean se han puesto en marcha activamente para tratar de impedirlo.
Con estos mimbres, Rubalcaba debe pensar que está en condiciones de intentar ganar la partida y, en el peor de los casos, de lograr que la victoria de Rajoy, que sigue siendo el favorito con diferencia, no se produzca por mayoría absoluta. Lógicamente, empeñadas en esta empresa están también las minorías, que sin embargo pueden ser víctimas de la bipolarización que Rubalcaba intentará conseguir a cualquier precio.
Por lo que se conoce, Rubalcaba irrumpirá con un programa muy elaborado que integrará elementos genuinamente socialdemócratas –reforma fiscal, recuperación del impuesto sobre el patrimonio, etc.- con un conjunto de medidas regeneracionistas relativamente cercanas al 15M y con una apuesta global moderada por el cambio de patrón de crecimiento. Tratará así de recuperar a los desencantados sin espantar a los moderados. Frente a este mensaje, Rajoy no debería limitarse a ofrecer vaguedades, ya que tendrá que luchar contra un argumento que le es muy adverso: frente a la crisis, la alternancia no ha rendido frutos apreciables, y ejemplo de ello es Portugal: la derecha no ha aportado nada a los planteamientos que ya había hecho la izquierda.