A FIN DE CUENTAS
Actualizado:Los virreyes autonómicos han tenido que empeñar la peluca y la casaca y añoran los tiempos pasados y las reverencias de los ujieres. Tenían centenares de consejeros y la más elemental prudencia les aconsejaba no contradecirles jamás. También disponían de guardaespaldas, conductores y gentes de distinta laya que había sabido ganarse su confianza con la finalidad de ganar dinero sin dar golpe. Solo algunos golpecitos en la espalda del señor presidente, para felicitarle por sus aciertos. Las autonomías pedían y se les daba, pero llegó un momento en que el Gobierno los mandó a hacer puñetas. El Estado español no aguanta diecisiete estaditos. Una lástima porque era divertida la contemplación de la diversidad, la gran musa del mundo.
Para reducir el déficit acumulado en épocas de despilfarro, las autonomías exigen más tiempo y más dinero, las dos cosas que más cuestan según el mercado. ¿Cómo se podrá aplazar la deuda de 24.000 millones de las comunidades? El ideal sería no pagarla, así como nosotros no pagamos a nuestros deudores, pero Elena Salgado, vicepresidenta y ministra de Economía, no es partidaria de esa solución. El problema económico es tan sólido que es inútil reclamar más liquidez. Hemos hecho cuentas y no nos salen. Con las facturas sin pagar que hay en España podríamos editar una serie de volúmenes que llenarían anaqueles de la Biblioteca Nacional y algunas extranjeras. Ya no somos mitad monjes, mitad soldados, sino mitad 'indignados', mitad acreedores. A las suspensiones de pagos se unen las suspensiones de cobros y el combate sigue igualado. Se decretará 'match' nulo y quizá haya revancha. Mientras, Hacienda reclama el taco de millones que se le deben y rechaza aplazamientos. Se acabó lo que se daba.