la parcelita

No pasa ná

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Después del último fiasco, las obras del nuevo puente vuelven a marchar. Si no había dinero, ya lo hay y parece que los componentes que estaban esperando en Asturias van a empezar su viaje hacia nuestra bahía. El puente, del que ya vemos las «espinas» cuando paseamos por la barriada de la Paz, es uno de los mayores pulsos políticos del Bicentenario. Desde que a la ínclita Magdalena, ahora «olvidada» en Bruselas, se le ocurrió la felicísima idea de renombrarlo para, según ella, democratizarlo, y cambió el previsto por el Ayuntamiento vulgarizándolo con el de La Pepa, sus logros se cuentan por los escollos que se van poniendo a su construcción. Vino luego Don Pepiño y parecía que todo marchaba sobre ruedas, pero no, se produjo el pasado verano un parón, que por poco da al traste con el proyecto. Durante este año las obras, mal que peor, han ido marchando, aunque el nudo del Río San Pedro sigue con esa chicane que no podría saltarse ni Fernando Alonso y ya ha costado más de una vida y nadie lo ha reconocido. Sigue siendo un auténtico peligro para los que cada día pasamos por allí. Leí el otro día que ahora, para más inri, hay que dragar el canal para poder sacar de Navantia no sé qué planta eólica que allí se está construyendo. Este dragado va costar unos veinte millones de euros aunque cuando se presentó el proyecto dijeron que solo se utilizaría en contadas ocasiones y que era poco probable su uso. Pues ahora resulta que no, que nada más terminarlo habrá que utilizarlo y cada vez que se haga paralizará la circulación rodada dos o tres días. De verdad que no hay quien lo entienda, dos o tres días, cada vez que se abra. Este país, gobierne quien gobierne, sigue siendo de locos, pero no pasa ná.