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Ruta por el pacífico verde

El señor de los hongos

Paul Stamets y su corte de científicos quieren salvar el planeta con setas. Dice que han dado con curas para el cáncer

MERCEDES GALLEGO
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Para escapar de Seattle hacia el sur basta con seguir la lengua de asfalto en dirección a las montañas nevadas que los exploradores británicos llamaron 'El Olimpo', porque eran dignas de los dioses. Antes había pasado por ahí un tal Juan Pérez que las bautizó como 'Sierra Nevada de Santa Rosalía', pero como el nombre se repetía desde California y los españoles tampoco sostuvieron la conquista, la capital del Estado de Washington, que nada tiene que ver con la capital federal de EE UU, se ha quedado para la historia como Olympia. Y Olímpicas son también las montañas que custodia, pero por su belleza.

Dicen los geólogos que un día la distancia que las separaba del Pacífico era el doble de la actual, pero hoy los glaciares de sus crestas se asoman al mar sin pudor y los árboles se bañan en las aguas del océano. Al pie de estas, en la zona más húmeda que tiene la Unión en el continente, el micólogo Paul Stamets ha creado su Fungi Perfecti para salvar al mundo con los secretos de los dioses.

Hablar del señor de los hongos en estas tierras de hippies puede sonar a psicodelia, pero Stamets no es un loco cualquiera perdido en las montañas. En su reino le acompaña una corte de 46 biólogos, químicos y otros científicos que bajo su batuta dicen que han encontrado desde curas para el cáncer hasta potentes agentes para el biocontrol de las plagas.

Su ejército es poderoso, miles de millones de micelios que conectan todas las plantas y organismos vivos del planeta mediante una red invisible a nuestros ojos, el internet de la naturaleza, lo llama. Solo debajo de su pie afirma que hay unos 500.000 kilómetros de micelios, así de abrumador.

Los micelios, es decir, la masa vegetativa de los hongos, son los seres vivos más antiguos de la Tierra. Aparecieron cientos de años antes que las plantas y aunque son la esencia de la vida y han dado pie a descubrimientos tan valiosos como la penicilina, nuestra sociedad los ha demonizados por lo que considera "el miedo irracional a lo desconocido". Hasta los científicos los han marginado por "racismo biológico", ignorando su valor antivírico. Nadie piensa en recetar hongos, salvo que sea para la cocina. Él recomienda que los de la cocina pasen a nutrir la tierra del jardín y las más preciadas setas del bosque vayan al botiquín.

Nuestro micólogo ha pasado las últimas tres décadas entregado a devolverles su lugar en la ciencia y en la ecología, porque cree que no solo son capaces de curar el cáncer o ayudar a los enfermos de sida, sino que también pueden limpiar el planeta.

Las masas de micelios segregan ácidos y encimas celulares que descomponen la fibra de las plantas, formada por cadenas de carbono e hidrógeno que resultan ser similares a las de los productos petroquímicos. En los experimentos que ha llevado a cabo con el Departamento de Estado y Transportes del estado de Washington sus "setas ostras" se transformaron en una masa de micelios que en ocho semanas permearon la tierra y descompusieron el 95% de las sustancias químicas que la contaminaban. El terreno dejó de ser tóxico. En poco tiempo los hongos descompuestos atrajeron a los mosquitos, que a su vez atrajeron a los pájaros, que devolvieron la vida a la tierra con las semillas que portaban.

Sus micelios han sido capaces incluso de limpiar los agentes químicos de Sadam Hussein en las pruebas que ha hecho con el Pentágono. Con esos y otros descubrimientos ha llegado a convencerles de que la supervivencia de los viejos bosques en los que encuentra valiosas setas extinguidas en Europa es una cuestión de seguridad nacional.

Para llegar a su rincón cerca del pueblo de Shelton hay que estrenar en Olympia la Ruta 101 que nace allí. Fungi Perfecti tiene aire rural pero engaña con sutiles medidas de seguridad, porque los descubrimientos de Stamets siempre amenazan intereses muy poderosos. En estos días se congratula de haber patentado un revolucionario tratamiento para las termitas y otras plagas que evita la contaminación química del subsuelo y ataca el corazón de la industria pesticida. Según el micólogo, el 95% de los ingresos de esa industria procede de las inspecciones y tratamientos de seguimiento. Sus hongos acaban con la plaga de un solo tratamiento, porque dejan un rastro que los espanta para siempre, y con ello mata el filón de la industria.

"El tiempo se agota"

"Tengo suerte de estar vivo", cuenta enigmático. "Te podría contar muchas historias que ponen los pelos de punta pero no quiero inspirar miedo sino esperanza".

Stamets habla deprisa, atropellado, tiene demasiadas cosas en la cabeza, "el tiempo se agota, el planeta está en peligro". Surgen nuevas enfermedades en respuesta a los embates farmacéuticos, la petroquímica contamina los acuíferos, el dióxido de carbono la atmósfera y los mares, el cambio climático precipita inundaciones bíblicas, los terroristas buscan armas biológicas y los virus no conocen fronteras.

Él cree tener en la mano la respuesta para combatir todos esos males. A su madre, de 86 años, le ha curado un cáncer de pecho solo con sus preciadas setas. En la mano, o más bien en el frigorífico de su laboratorio, donde guarda miles de tubos con cultivos y cepas de hongos que estudia, analiza y clasifica con mimo. Es un hombre solo contra todas las plagas humanas de nuestro tiempo, atormentado por la prisa en la placidez del Olimpo, extasiado como un niño ante el nuevo hongo que uno de sus empleados le trae en una cajita de plástico.

"¿Has visto esto? ¿No es fantástico?". Esta corresponsal lo mira con estupor, porque ante su ignorancia no es más que, en fin, un cajita con moho. Para lo que no hace falta ser experto es para disfrutar las setas más exóticas y medicinales de su almacén, que riega con delicadeza. Con sus extractos Stamets comercializa desde sprays antivíricos, que recomienda aplicar en la garganta antes de subirse a un avión, hasta complejos para fortalecer el sistema inmunológico.

Muchas de esas bellezas caerán esa noche en la olla. Fungi Perfecti tiene ese fin de semana un seminario con médicos y aficionados de todo el mundo que vienen a conocer sus secretos. Stamets planea agasajarles con elaborados guisos de setas que reproducen hasta el sabor del bacón, porque aunque le incomode que le asocien con los Portobellos y los Shiitake sabe sacarles el mejor partido a todas sus setas, incluyendo a las alucinógenas que limpian el espíritu. Cualidad ésta que estudió concienzudamente en la Universidad Estatal de Evergreen a finales de los 70, con permiso de la DEA (agencia antidrogas de EE UU). Pero como hoy es ilegal se dedica a salvar el planeta, que es más urgente. Para el alma ya habrá otras vidas.