Obama se dirige la madrugada del martes a la nación. :: REUTERS
Economia

La directora del FMI eleva el tono de las advertencias a EE UU

Obama y Boehner vuelven a escenificar sus diferencias ante el país sobre el techo de gasto cuando se agota el tiempo para un acuerdo

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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La incapacidad del Congreso de Estados Unidos para aumentar el techo del endeudamiento antes del 2 de agosto continúa engordando el nerviosismo de los principales agentes económicos. Las comparecencias de Barack Obama y el portavoz de los republicanos, John Boehner, en las últimas horas siguen transmitiendo incertidumbre más que ofrecer pistas de que una solución estaría al alcance de la mano. De ahí que ayer el dólar cayera de manera significativa en relación a las principales divisas o que las palabras de la directora del FMI, Christine Lagarde, advirtiendo de un impacto de largo alcance no solo para la economía estadounidense sino para la de todo el mundo resonaran como una amenaza muy creíble.

En una conferencia del Consejo de Relaciones Exteriores, la exministra francesa de Economía urgió a los legisladores estadounidenses a que logren un acuerdo para aumentar el techo de la deuda, actualmente situado en 14,3 billones de dólares, tan rápido como sea posible. «El reloj sigue su marcha y, claramente, este asunto necesita ser resuelto inmediatamente». El llamamiento de Lagarde se produjo en una jornada poco fértil para que los dos planes con visos de propiciar una salida al problema cuenten con el apoyo suficiente en las cámaras legislativas. En ese sentido, la responsable del Fondo no se pronunció sobre ninguno de ellos, aunque advirtió de que recortes al gasto «indebidamente apresurados» podrían afectar el ritmo de la recuperación de la economía y debilitar la generación de empleos en Estados Unidos.

En un discurso televisivo en directo al país desde la Casa Blanca en la madrugada del martes, Obama afirmó que la actitud de los republicanos durante los debates sobre el límite de la deuda había conducido al país a un bloqueo «peligroso». Por ello instó a sus compatriotas a presionar al Congreso, donde la oposición republicana ostenta la mayoría en la Cámara de Representantes. «Si usted quiere un enfoque equilibrado para la reducción del déficit, hágaselo saber a sus representantes en el Congreso», dijo el mandatario.

Optimista

Luego recordó que también presiona a los suyos para que acerquen posiciones con los conservadores. «He insistido a los líderes de ambos partidos que deben llegar a un acuerdo definitivo en los próximos días, que pueda ser aprobado por ambas cámaras del Congreso y que yo pueda promulgar», dijo. Pese a la tozudez de los hechos, el inquilino de la Casa Blanca se mostró aún optimista de «sellar este compromiso».

A tono con la pesada responsabilidad que tiene ante sí el Congreso, Boehner se mostró igualmente solemne y declaró que EE UU «no puede declararse en quiebra de sus obligaciones». Pero el líder republicano, como viene haciendo desde el comienzo de la crisis, también acusó a Obama de intransigencia ante las iniciativas presentadas por su partido. «La triste verdad es que el presidente quiere un cheque en blanco», denunció. Después, prometió someter al Senado y luego a Obama un proyecto de ley elaborado por los conservadores para evitar la temida moratoria.

Por su parte, el líder de los demócratas del Senado, Harry Reid, mantiene en lo más alto una propuesta demócrata que prevé un incremento del techo de la deuda suficiente para llegar a 2013, acompañado de una reducción de los déficits de 2,7 billones de dólares, pero sin nuevos ingresos fiscales, contrariamente a lo que busca Obama. Según el presidente, este plan «constituye un depósito de garantía sobre la reducción del déficit y evita tener que pasar nuevamente (por este debate) en seis meses», aunque «seguirá siendo necesario tratar las difíciles reformas de impositivas» y de los programas sociales que los republicanos optan por recortar. Para Boehner, el plan de Reid está «lleno de contabilidad dudosa y artilugios».

Prueba de lo preocupante de la situación son las miles de consultas que la centralita telefónica y las páginas web del Capitolio recibieron durante horas, después de que el presidente se dirigiera a la nación. El Capitolio tuvo que avisar de que sus servicios de atención estaban al bor del colapso.