Dulcis vita
Durante horas unos celos vaciaban su mirada puesta en un edificio apagado y una luz encendida de repente, tal vez una mujer en busca de un vaso de agua, vibró en sus ojos
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La noche es sencilla: la naranja cae, el perro ladra, los perros contestan.
Durante horas unos celos vaciaban su mirada puesta en un edificio apagado y una luz encendida de repente, tal vez una mujer en busca de un vaso de agua, vibró en sus ojos; la lágrima cayó porque de ahí ya hacía rato que sobraba. Lloraba como si el ataúd de su padre apenas tocara su hombro.
Tal vez las arrugas de sus vestidos ya puedan estar cubriendo la cara de otros hombres, pensaba. No es posible que debamos amar lo que no podamos comprender: una criatura sin apenas dientes pide agua llorando, pero dos personas adultas merecen al menos, aunque no se hablen, levantarse a por un vaso de agua.
W
Los pelos de ambos se enredaban en un cepillo que ella miraba tras peinarse como a un bebé dormido.
X
Cuando miraba el mar en silencio y uno la veía de espaldas, con los brazos como dos asas, parecía estar mirando a su hija imaginaria aprendiendo a nadar con un padre sin rostro. Cuando dormía y la miraba él se sentía como ese padre. Un padre que no sabe que ella lo está mirando.
II
Meses atrás, para despertarla, con saliva, le separó las piernas. Ella despertándose como una criatura a la que empezaban a salirle los dientes arqueó los brazos y sonrió mostrando dientes y encías. La tocaba como cuando veías un mapa y necesitabas localizar tu pueblo. Parecía que sus gestos deshojaban una flor interminable. Con ese deseo de continuar los ahorcados se agarran a la cuerda: paran de estar muertos. Luego, muy lenta giró hasta que sus pechos quedaron completamente sepultados; y mientras él salía descalzo al baño, ella dijo suave su nombre.
Desnudo y limpio cogió la ropa que se puso del tendedero, con esa alegría recogen las abuelas los carricoches rosas de sus nietas cuando estas se cansan de pasear a sus bebés de plástico. Olió la pequeña prenda de ella, con flores diminutas, secándose, y mientras se la ponía torpemente a propósito volvió a despertarla y a hacerla sonreír, y a mostrar sus dientes y sus encías.
Le hablaba y parecía estar cambiándole los pañales, babeaba sus ojos, así se debe sentir la última planta del balcón cuando en pleno verano una mujer semidesnuda, sudando, se agacha para regarla.
Había entonces un aire como de unicornio o de isla, algo sobrenatural secando toda su ropa.
Calor. Todas aquellas chicharras. Gritando y copulando.
III
Tenía en la mano una foto de ella desnuda y la miraba como mira una madre a su hijo después de decir su primera palabra, de pronto ella vino, la escondió torpemente, como esconden los hijos esas fotos; ella riendo parecía saber todo lo que había de bueno y de malo en el mundo. Le tocó con la nariz su nariz y saliendo dijo:
- ¿Se lo has dicho ya a tu madre?
IV
Todos los hombres quisieran pasar a su lado rozándola; y como hormigas que perciben algo brusco, detenerse y recomenzar.
Era como uno de esos gatos que saben que son negros y van cruzando por delante de los hombres. Quieren hacer reír a mujeres subiéndolas en hombros y les hacen daño con sus uñas; pero no quieren pensar que la suerte ocurra con esa inercia patética. Esos gatos, y sobre todo esas gatas, de talento recorren nuestros barrios y encuentran porvenir en donde nosotros desechos […] La belleza era su fuerte, y el desdén remataba su inteligencia.
Su simple caminar tenía el sentido que tiene para otra mujer subir y caminar por un muro. Mientras hablaba con un pelo enganchado en el labio, sin tener nada que ver con lo que decía, la volvía inocente. Su órgano. Quería tocar de ella su música. Se miraban y sudaban mientras sucedían intensamente e iguales ambos verbos. Porque es inútil, es más bella la flor que la fruta.
***
Ella alcanzaba en algunos momentos en los que él besaba su espalda la postura de un ángel de porcelana. Mientras dormía le decía palabras que sabía que no lograrían despertarla. Cuando él la miraba ella era el verbo. Aunque él la miraba ella era el verbo.
Como el bebé que acerca un objeto a su madre, se acercó a ella, torpe y verdadero. Su cuerpo comenzaba donde tocaba él de ella. Se tocaban muy despacio; antes de que la sencillez se encuentre con la torpeza.
***
La costumbre quema como el agua hirviendo que de la olla bozando apaga el fuego.
Los gestos son más tristes de quienes están llenos de bondad y de desgracia.
El silencio de una mujer es más intenso que el del hombre.
***
Ratos largos marrones y verdes bailaba con los ojos cerrados. Así se siente una mujer cuando ríe, baila y habla. El vestido se mueve sin tocarla. Había en ella la libertad de él. Los verbos terminaban en ella. Todo lo que ella es la necesita.
***
Era como si al pintarla ella es quien levanta el pincel. Era como si ella dijera aquí basta.
V
Estaba triste, si bien su gesto era igual que el de los niños que se tapan los ojos con las manos y dicen ¡No estoy!, por su tamaño y porque estaba solo esa similitud era algo realmente monstruoso. Incluso se movía, como una pelota a punto de perder el bote pero mucho más lento, como una pelota que a punto de entrar la mira un portero.
Y
Eran dos animales encerrados en una jaula tan felices que no se daba cuenta de que ella podía salirse entre los barrotes.