Recentralización
Actualizado:Varias comunidades autónomas del Partido Popular, encabezadas por la de Madrid, se están planteando renunciar a las competencias en materia de Justicia. Esperanza Aguirre se ha lamentado en público de que, a pesar de haber incrementado espectacularmente las partidas presupuestarias destinadas al sostenimiento de la Justicia, no ha mejorado en absoluto la calidad de este servicio público. Más bien al contrario.
Sucede sin embargo que en este país se han esparcido algunos tópicos perturbadores y falaces acuñados por los nacionalismos periféricos según los cuales la tendencia descentralizadora es progresista y la recentralizadora es reaccionaria. No hace falta seguramente recordar que la centralización fue la herramienta de la modernización política y social que engendró las grandes democracias suscitadas por el ímpetu de la Revolución Francesa para entender que la democracia francesa, vocacionalmente centralista, es tan potente y admirable al menos como la norteamericana, paradigma federal. Ni para preferir un único Código Penal solemne para todo el Estado, como sucede en Francia y (todavía) en España, a una pléyade de normas penales diferentes como ocurre en los Estados Unidos. El criterio cabal y aplicable en estos asuntos es el principio de subsidiariedad que consiste en atribuir cada competencia al escalón administrativo más cercano al ciudadano en el que sea posible una gestión eficiente de las funciones de que se trate. Se trata de conseguir la máxima eficacia en la prestación de los servicios públicos procurando al tiempo la mayor cercanía posible de los centros de decisión a la sociedad civil.
Dicho principio rige explícitamente en la construcción europea pero ha contado poco en nuestro diseño del Estado de las Autonomías. Y no estaría mal reconsiderar la distribución en los tres niveles político-administrativos de nuestro país (cuatro si consideramos las diputaciones, que consolidan la división provincial). Aunque para ello hubiera que rescatar otro concepto maldito en nuestro ordenamiento: el de armonización. Subsidiariedad y armonización son, por cierto, los grandes pilares del federalismo, la idea racionalista que habría que cultivar con mimo aquí durante los próximos años.