EL PRESUNTO
Actualizado:No siempre la cara es el espejo del alma, ya que todo el mundo tiene rostro y eso que llamamos alma es algo que hay que construirse. El asesino de Oslo, que mató en hora y media a 85 jóvenes atrapados en el islote de Utoya, es un muchacho alto, rubio, de ojos verdes y una sonrisa agradable. Además es hijo de un banquero, lo que descarta penurias infantiles. Leía a Stuart Mill, en vez de a Oriana Fallaci, pero era un xenófobo de mucho cuidado al que no cuidaba nadie. ¿Quién iba a sospechar de un granjero rico, católico y ecologista? Quienes creen en el demonio tienen una nueva prueba. No solo mata moscas con el rabo, sino adolescentes afiliados al Partido Laborista noruego.
El horripilante asesinato masivo se debe a que su autor aborrecía por igual a los musulmanes y a los socialistas que según él les subvencionan. No es cierto. Los asesinatos se deben exclusivamente a que su autor es un asesino. Ahora se habla de crimen político. Quieren ponerle calificativos a la masacre, pero lo más curioso del espeluznante caso es que se le llame «presunto» al que estuvo disparando durante hora y media. Necesitará un gran abogado defensor para convencer al tribunal de que el chico tuvo un mal momento.
El fanatismo no tiene nacionalidad. Por eso los que hablan siempre del enemigo son los peores enemigos de todos. Detrás de la conciencia trabajan los instintos, que decía Nietzsche, antes de acabar loco. Precisamente es la locura la única coartada del minucioso criminal que ha marcado, por muchas generaciones, el destino de ese país pacífico y privilegiado. ¿Puede perder la razón quién no la ha llevado nunca? Ante situaciones así hay que volver a considerar la posibilidad de que este planeta suburbano llamado Tierra sea el manicomio donde mandaron a pasar una temporada a los seres más defectuosos los habitantes de otras galaxias. Más que nada para que se mataran unos a otros.