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Sociedad

Una madre «desesperada», comunista y republicana

María Ángeles entregó una carta en mano a la reina para librar a su hijo de la prisión militar. Lo logró

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Ya podían llevar diez medallas en la pechera que María Ángeles no vio ni condecoraciones ni galones. Y los tenía delante. Tres militares que no pudieron con ella.

- 'Majestad, una madre angustiada le llama, por favor recójame esta carta, majestad, majestad'.

Y la reina, saltándose el protocolo, se acercó y cogió el sobre de esa mujer menuda que se había saltado el cordón de seguridad para irrumpir en un desfile militar en Ferrol. El público, tras el desconcierto inicial, recibió el gesto con una salva de aplausos. Era el 15 de octubre de 2008. La semana antes de que María Ángeles desafiara a la autoridad militar su marido se tiró al coche del rey en otro acto institucional. «Hizo como hacían los del 'Caiga quien caiga' pero le pilló la policía». Llevaba la carta en la mano, pero no pudo dársela. Esta vez, María Ángeles se prometió no fallar... Por su hijo.

Entregada la carta a doña Sofía, y libre ya de los agarrones de los militares, llamó a casa:

- Mi niño, tranquilo... Ya verás cómo a partir de ahora te van a hacer caso. Ya le entregué tu carta a la reina.

- Pero, ¿qué hiciste mamá?

El 'niño' de María Ángeles es Jorge Miguel Gago Chao, gallego, 38 años, exmilitar. El 19 de diciembre de 2005, estando de guardia en la fragata 'Extremadura' una explosión se cobró la vida de dos tripulantes... de dos amigos. El caso se investigó pero se sobreseyó sin culpables -«se agarraron a la excusa de que había habido un fallo con el material»-, y Jorge Miguel no pudo callarse. Levantó la voz y señaló a sus mandos. «Yo había avisado de que había que apagar la caldera porque se había llegado a niveles altos de contaminación, pero no me hicieron caso y explotó. Cuando conté esto me marcaron con un asterisco, me amenazaron y me abrieron un expediente disciplinario con la amenaza de enviarme dos meses a un penal militar». Y ahí empezó el calvario. Dos años a la espera de destino -«pedí diez destinos y me los denegaron todos»-, estrés postraumático, tratamiento psiquiátrico y la amenaza de dos meses a la sombra «por decir la verdad».

Mientras él no levantaba cabeza y se encerraba en casa, su padres no entraban. Visitaron ayuntamientos para que se firmasen mociones que pidieran la retirada del expediente, recogieron firmas -llegaron a reunir 8.000-, y se adentraron en el desquiciante laberinto burocrático. Cartas al señor almirante del Arsenal de Ferrol, a la ministra de Defensa, al Defensor del Pueblo... «Solidarícese con este buen militar cuyo único delito es mantener la verdad con honor, dignidad y gallardía...», acababa las misivas María Ángeles antes de estampar la firma. Pero solo llegaban acuses de recibo.

Tres años son muchos de espera y María Ángeles se jugó la última carta. Todo o nada. Esa tarde fresca de octubre se puso un cómodo pero elegante traje rojo, camisa blanca... y cogió la carta. La misma que había metido tantas veces al buzón. Esta vez no iba a esperar a que la recogiera el cartero y la llevara a algún despacho. La iba a entregar en mano.

«Mi madre es una luchadora, ha estado cuarenta años vendiendo pescado y ha criado siete hijos. Es comunista y republicana pero no dudó en recurrir a la reina en busca de ayuda». «Jorgiño, esta reina tiene algo, un toque humano. Cuando ella me miró al venir a recoger la carta vi amabilidad en su cara, fue como si me calmara porque supe que iba a hacer algo», cuenta Jorge Miguel que le dijo su madre ese día.

Él ha visto mil veces el vídeo por internet. Un minuto de grabación en el que se ve cómo María Ángeles se salta el cordón y llama a la reina y esta interrumpe el desfile para atenderla. «Cuando vi las imágenes empecé a llorar. Si está en otro país, igual le meten dos tiros. Al día siguiente fui a comer a casa de mi madre y nos abrazamos nada más vernos. Estoy muy orgullosa de ella».

No estaba en manos de los reyes anular el expediente disciplinario de Jorge Miguel, pero fue tal el revuelo que montó María Ángeles -salió en 'Hola', en Antena 3...- que logró engrasar la maquinaria burocrática. «La reina le dio la carta al rey, y él la remitió al Ministerio de Defensa». El expediente fue anulado y a Jorge Miguel se le reconocieron las secuelas psíquicas del accidente. «La reina logró que nos empezaran a escuchar. Y le agradezco mucho ese gesto», cuenta a V.

Ahora, con el retiro concedido, Jorge Miguel trabaja en un libro «homenaje para los fallecidos» sobre los sucesos de la fragata Extremadura -está buscando editorial-.

- ¿Después de aquello se ha vuelto más monárquico?

- Como militar, tenía la figura de los reyes ya por las nubes, les ves como algo muy grande. Ahora se ha rebajado ese nivel de respeto y les veo más cercanos y humanos. Cuando quieren, se implican.

- ¿Y su madre?

- Ella habla de la reina como persona, pero la institución no la quiere reconocer, dice que le cuesta dinero al pueblo. Sigue siendo antimonárquica porque dice que no le puede fallar a sus camaradas de siempre.