Opinion

Dependencia propia

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Parece seguro que un solo hombre, un ciudadano de 32 años sin oficio preciso, presunto granjero, joven, sin medios económicos y armado por su cuenta, dio muerte a casi un centenar de personas por medio de explosiones de bombas en el centro de Oslo y, particularmente, tiroteando a jóvenes socialdemócratas reunidos en una isla cerca de la capital. Faltan detalles de orden técnico, pero los hechos centrales están ahora bien establecidos y las autoridades le han imputado formalmente ayer. La matanza, aunque aparentemente cometida por un solo hombre, no por un grupo terrorista organizado, tiene una motivación política: su autor es un conocido nacionalista, simpatizante de la ultraderecha y que no ocultaba su aversión al multiculturalismo y la inmigración, particularmente la de musulmanes, que él ve como una grave amenaza a la perennidad histórica de Noruega. Estos criterios son compartidos por buena parte de la sociedad noruega y la prueba es el auge del Partido del Progreso, segunda fuerza política y parlamentaria, con cerca del 25% de los votos y 41 escaños. La jefa del partido, Siv Jensen, un factor insoslayable hoy en el escenario político, dice más o menos lo mismo y quiere una «Noruega para noruegos y con leyes noruegas» pero, naturalmente, se mueve en el estricto terreno político y parlamentario y sería injusto ni siquiera sugerir connivencia alguna entre un asesino desequilibrado y el partido, en el que, por lo demás, militó sin relieve alguno una temporada antes de ser dado de baja. Terrorismo de expresa motivación política y obra de un fanático aislado y tal vez no muy cuerdo. Ese parece ser el diagnóstico a estas alturas, pero en su sencillez el mensaje que encierran los hechos (bombas junto a la oficina del primer ministro y asesinato de jóvenes de formaciones opuestas) produce un escalofrío que además de sacudir a estas horas a la modélica, estable y próspera sociedad noruega, llevará a una reflexión sobre sociedad, cultura, gobierno y democracia desde la convicción de que, en cualquier caso, debe seguirse a rajatabla la política de tolerancia cero con la violencia.

El acuerdo de los Diecisiete sobre la financiación del segundo rescate a Grecia, patrocinado por Alemania y con participación de las banca privada, auspicia en términos convincentes la estabilización de la Eurozona y arroja luz sobre las expectativas a corto plazo de España e Italia, países muy endeudados pero autosuficientes que pueden ejecutar sus propios ajustes sin necesidad de ayuda exterior, tan solo con el sacrificio propio. Ello no obstante, esta situación no permite la relajación sino que merece una respuesta valiente y decidida de las economías periféricas que están saliendo de la crisis, la nuestra entre ellas. Siguen siendo precisas las reformas, y en concreto, la conclusión de la de las cajas de ahorros, en línea con la intervención de la CAM, que pone de relieve que existe iniciativa. En definitiva, sean cuando sean las elecciones generales, tanto el gobierno saliente como el entrante tienen el deber de reforzar el incipiente crecimiento económico, de prevenir posibles contagios y de precipitar el cambio de modelo de crecimiento que pasa por conseguir un incremento relevante de la productividad. Dependemos de nosotros mismos, y solo un dejación de nuestras responsabilidades nos llevaría al fracaso.