HITLER NO ERA CRISTIANO
Actualizado:Aestas alturas a nadie con ojos en la realidad debería sorprender la relación entre ideologías neonazis o neofascistas y violencia. Aun con sus distintas variantes reconocibles, estos idearios coinciden en la construcción de una narrativa en donde fabrican un colectivo (definido por raza, religión, política, casta o lo que toque) que se considera superior a todo el resto de individuos que no compartan sus señas de identidad de grupo. Por supuesto, quienes deciden si un individuo forma parte de ese agrupamiento de hombres superiores suelen ser los mismos que han diseñado y construido la narrativa que proporciona identidad al grupo.
De la creencia de saberse superior a utilizar de una u otra forma la violencia existe una delgada línea de separación. La violencia es un instrumento de aplicación de fuerza para la imposición. Cuando se adopta una conciencia de que es legítimo aplicarla para modelar la realidad al gusto del grupo superior, la violencia se convierte en un instrumento legitimado para ser ejercida por quienes consideran que sus ideas o sus propósitos o su visión de la realidad pueden y deben ser conseguidos por la fuerza. La arquitectura ideológica de todos los movimientos basados en idearios neonazis, y por tanto, la arquitectura mental de los individuos que los componen, están sostenidas en este tipo de concepciones de superioridad y legitimidad.
Si a nadie que conozca la historia del siglo XX debería sorprenderle que individuos con determinados idearios nacionalsocialistas se comporten violentamente, a nadie que haya leído a Stieg Larsson o que haya visto las películas Millenium debería sorprenderle la tupida presencia del nacionalsocialismo en los países nórdicos, muy ligado por cierto al crimen organizado de las bandas de motoristas y del tráfico de drogas y alcohol. De hecho, antes que escritor póstumamente exitoso Larsson fue un concienzudo periodista de investigador dedicado a informar y advertir sobre el magma neonazi latente en la sociedad sueca.
Como de costumbre, nuestra sorpresa ante atentados como el de Noruega es más definitoria de nuestra tendencia a ignorar la realidad que al hecho de que esa realidad no llevara tiempo cociéndose para servirse, sangrienta, en cualquier momento. En EE UU, por ejemplo, mucho antes que Al-Qaida fueron los denominados patriotas americanos -neonazis- de Timothy McVeigh quienes asesinaron a 168 personas e hirieron a otras 450 en un atentado con bomba contra un edificio federal en 1995. En Europa, la vigilancia sobre el extremismo neonazi es constante, pero también es constante el crecimiento de grupos con ideologías xenófobas o de superioridad racial. Tanto la vigilancia de los grupos violentos como los radares dispuestos para detectar narrativas arias da la impresión de que utilizan recursos muy por debajo de los dispuestos contra el terrorismo yihadista. Sin embargo, Anders Behring Breivik nos acaba de informar de que no hace falta estar adscrito oficialmente a un grupo violento para ejercer violencia desde una ideología neonazi; es la misma enseñanza que Al-Qaida está trasladando a sus acólitos: cada mujahidín debe actuar individualmente sin esperar instrucciones de nadie, solo encomendándose a su conciencia de estar sirviendo a la raza de hombres superiores. Y en todos los casos la religión o la política no son más que narrativas que quien se cree legitimado para imponerse a los demás parasita para justificar la violencia y sus deseos de dominación. Hitler no era cristiano.