El desafío de la austeridad
Actualizado: GuardarLas corporaciones renovadas en las pasadas elecciones municipales, sobre todo la Diputación, se enfrentan con el reto de cumplir las promesas de manera efectiva. Austeridad es la palabra y el reto. Curiosamente, en estos días en que el nuevo presidente provincial, José Loaiza, ha impuesto determinación a sus primeros gestos y ha cesado a todos los directores de área, sus vicedirectores o adjuntos, mientras revisa el funcionamiento de los organismos autónomos, muchos de los funcionarios de la institución se sienten satisfechos y confiesan que es posible y hasta deseable ajustar costes, ahorrar personal, abrir las ventanas del vetusto palacio de la Aduana, en fin, para que corra el aire fresco. Lo que supone, ‘mutatis mutandis’, que había demasiados excesos, en personal o en gastos, y un ambiente opresivo, olor a cerrado, etc.
Los nuevos políticos del PPparecen medir sus pasos y llegan con prudencia y buenas palabras, mensajes tranquilizadores y la intención de no levantar polvo, de momento. Está bien que las transiciones se hagan suavemente, intereses electorales aparte, y que se cribe de entre todos los cargos los que sean buenso profesionales y los que no, los organismos necesarios y los inútiles. Pero esta vez las cosas son distintas. Tengo la impresión de que en la ciudadanía, esa palabra ya tan manoseada, hay tal hartazgo que no se entendería que el preconizado recorte no sea de verdad eficaz. Es decir, que se traduzca en un ‘quítame tú para ponerme yo’ que, a la postre, suponga un aumento de plantilla y de gastos.
De hecho, en Diputación Loaiza tiene que asumir el personal existente, con sus situaciones consolidadas. De modo que podrá obtener un mínimo ahorro en pluses, pero no un significativo recorte de capítulo 1, lo que significa que el ajuste no será tal a menos que adopte medidas traumáticas, menos aún si quiere colocar en la plantilla a gente de su confianza.
De momento, un 25% por ciento menos de asesores del presidente, que es la única intención que ha declarado de manera explícita, no parece un gran avance. También son mínimos los anunciados en otros ayuntamientos de la Bahía, que sí recortan en gasto corriente con una facilidad que da que pensar.
En cualquier caso, deberán explicar sus decisiones e intentar luchar por mejorar la imagen de las instituciones y hasta de la política. La ‘indignación’ ha echado raíces más allá de los jóvenes que han marchado sobre Madrid y el reclamo unánime de transparencia debe ser atendido por los flamantes representantes ciudadanos.
Por dar la vuelta a la cuestión, es también una gran tarea política, una proeza incluso, para fajarse en ella, tanto como un deber imprescindible. Ha pasado el momento del discurso partidario. Sabemos demasiado bien que cada cual se sitúa a un lado o al otro de la pancarta según esté o no en el poder. Es la hora de la verdad, de los hechos. El deterioro de la política ha sido tan grande, y tan justificado, que resanarla es el punto número uno de la lista de tareas.