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ESPAÑA

RAJOY SUELTA EL LASTRE DE CAMPS

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Mariano Rajoy, malherido por su segunda derrota frente a José Luis Rodríguez Zapatero, tuvo que pasar un difícil examen interno en 2008. El ruido de sables era casi insoportable en Madrid. Durante semanas, se barajó la posibilidad de que Esperanza Aguirre disputara el liderato de la formación o apoyara una tercera vía. Rajoy tomó entonces una decisión crucial, organizó el congreso nacional del partido en Valencia. Hacia 18 años que el máximo cónclave de los populares no se celebraba fuera de Madrid. Rajoy premió de esta manera el impagable apoyo de un Francisco Camps emergente en unos momentos tan convulsos.

Tres años más tarde, las vicisitudes de la política y de la vida cambiaron las tornas. Camps pasó de ser un seguro para Rajoy a convertirse en un lastre para sus aspiraciones de llegar a la Moncloa por su enjuiciamiento como presunto autor de un delito de cohecho pasivo impropio por recibir regalos de la trama corrupta 'Gürtel'. El máximo responsable del PP, en contra de la opinión de otros dirigentes del partido, mantuvo su apoyo al presidente valenciano hasta donde pudo. Lo ratificó como candidato a la reelección en la Comunidad Valenciana en marzo de 2010, pese a que ya estaba imputado en la causa. Pero esa especie de cordón umbilical que unía a ambos se rompió de manera definitiva el pasado miércoles cuando, tras sopesar varias opciones, Rajoy puso a Camps en la siguiente encrucijada: «O tres años y medio de deshonra o la renuncia». Es decir, o mantenerse al frente de la Generalitat tras declararse culpable de un delito de corrupción o dimitir. Tras tres horas de máximo suspense, Camps se marchó y todo el partido respiró más tranquilo.

El calendario se ha convertido en el enemigo que hizo doblar la rodilla a Camps. La posible coincidencia de la vista oral de su juicio, por el que desfilarán como testigos, entre otros, los máximos cabecillas de la trama 'Gürtel', con las elecciones generales encima, si se consuma el adelanto, suponía un peligro inaceptable para las aspiraciones de Mariano Rajoy. «Demasiada munición para un PSOE tocado, pero no hundido», recuerdan los más cautos de la bancada popular. Además, evitar riesgos innecesarios es una de las máximas irrenunciables del líder del PP y ha dado buena prueba de su convicción.

Las urnas dieron la razón el 22 de mayo a los analistas populares que defienden que la corrupción no afecta de manera decisiva en los resultados electorales del PP. Camps revalidó su mayoría absoluta, pero un examen más pormenorizado del recuento mostró una letra pequeña preocupante. Pese al notorio incremento de apoyos del PP en toda España, Camps cedió casi cuatro puntos de porcentaje de votos con respecto a las elecciones de 2007. O lo que es lo mismo, casi 70.000 valencianos le retiraron su confianza. Si el disgusto era con Camps o con el PP no importaba tanto como un posible contagio a los resultados de las generales. Y es que 70.000 votos menos si la hemorragia se extiende a otros territorios podrían provocar la pérdida de algunos diputados.

Los defensores del exdirigente popular valenciano, sin embargo, advierten de que tal vez muchos valencianos no entiendan por qué Rajoy «no ha apostado hasta el final por Camps» y consumen su venganza en los próximos comicios. El líder del PP, por si acaso, ya ha mostrado de viva voz su apoyo al dimisionario. Incluso, anunció en una intervención pública en Granada que si sale absuelto, el partido le recuperará para la primera línea. ¿Futuro ministro?

Regeneración

«El viernes (día en el que se conoció el auto de procesamiento de Camps) nos quedamos sin discurso y ahora, tras la marcha de Camps, hemos vuelto a nuestro discurso, explica un miembro de la dirección nacional del partido. El PP, mucho antes de que el movimiento 15M reclamase a los partidos más transparencia y ética, ya quiso hacer de la regeneración una de sus banderas. Un anhelo que, sin embargo, hacía aguas, precisamente, en Valencia. Chirriaba de manera evidente enarbolar el estandarte de la lucha contra la corrupción mientras se daba el visto bueno a la candidatura autonómico del PP valenciano con hasta diez implicados en sumarios judiciales.

Una circunstancia que dejaba en papel mojado el compromiso que rubricaron el pasado marzo todos los entonces candidatos autonómicos, incluido Camps. Uno de los apartados de aquel decálogo señalaba: «La lucha contra la corrupción es uno de los objetivos principales del PP, ya que el funcionamiento del sistema democrático no debe quedar nunca en entredicho por actitudes permisivas, indolentes o exculpatorias ante la gravedad de determinados comportamientos».

Con Camps fuera del PP, los rivales de Rajoy pierden una de sus bazas más inatacables y el partido, tras un convulso periplo, se libra de imputados en su cúpula. Atrás quedan las turbulencias de principio de legislatura, en la que los populares desayunaban cada mañana con inquietantes noticias de las presuntas acciones ilegales de su expresidente en Baleares, Jaume Matas, o sobre el mismísimo tesorero del partido Luis Bárcenas, imputado en la trama madrileña del 'caso Gürtel', entre otros. Unos procesos que siembran de nubarrones el futuro del PP, pero estas tormentas no descargarán antes de las elecciones generales, que es la gran prioridad de la formación

Las tensiones internas también son cosa del pasado. Sin contar las controversias de los imputados en casos judiciales, el partido lleva desde el congreso de Valencia huérfano de tensiones internas, salvo un ramillete de excepciones de calibre menor. El liderazgo de Rajoy es ya incuestionable, máxime tras el botín obtenido el 22 de mayo. Hasta José María Aznar, muy crítico con su delfín al principio de esta legislatura, apuesta sin fisuras por su victoria en las generales.

La vieja guardia del PP se ha quedado reducida a la mínima expresión. Eduardo Zaplana, Ángel Acebes y José María Michavila han llegado incluso a dejar su escaño en el Congreso ante el empuje de la nueva hornada de dirigentes como Soraya Sáenz de Santamaría, Dolores de Cospedal, Alberto Núñez Feijóo, Alicia Sánchez-Camacho, Antonio Basagoiti o José Antonio Monago, un grupo que ha tutelado el propio Rajoy

Ni los méritos del pasado suponen un hándicap para el jefe de filas del PP a la hora de marcar el rumbo, y para muestra el 'no' que Rajoy dio a Francisco Álvarez Cascos como candidato del PP en el Principado de Asturias. En otro momento, el rotundo descalabro sufrido en esa comunidad, donde para más 'inri' Álvarez Cascos ha logrado la presidencia, hubiera generado ríos de tintas sobre las dotes tácticas y estratégicas del líder popular.