COMO EN BOTICA
Actualizado:No es que el mundo esté mal hecho, sino que en muchos lugares está sin hacer. Suponían nuestros antepasados que un gigante sostenía la bóveda celeste bajo sus hombros, pero se conoce que está cansado del esfuerzo y la capa del cielo se ha llenado de agujeros. Los seres humanos, para demostrar que aún no merecemos ese nombre, luchamos por cobijarnos, cada uno por nuestra cuenta. Cuatro millones de somalíes están al borde de morir de hambre y en España nos quejamos de que suba el precio del bicarbonato que facilita las digestiones y de otros productos que no podrán recetar los médicos y no podrán adquirir los enfermos. Las recetas de la sanidad pública no prescribirán marcas acreditadas, sino el nombre del producto activo. Del genérico más barato. Hay que ahorrar 2.400 millones de euros si queremos que Sanidad se reponga.
Se acabaron los tiempos en los que había de todo en las boticas, que tendrán que seleccionar a sus clientes. Decía Julio Camba que nada hay más consolador que el prospecto de algunos específicos. Su lectura nos conforta más que la de algunos filósofos estoicos que predicaban la impavidez ante el azar. En ocasiones ni siquiera hay que detenerse leyendo las instrucciones del embase y basta con deleitarse en su lujosa presentación. Primero abrimos una cajita de cartón, luego un frasco de cristal que contiene un trozo de algodón y posteriormente nos encontramos con pastillas de colores. Son como sílabas del arco iris, pero a veces nos preguntamos si ese lujo no será más necesario para los laboratorios que para los consumidores. El derroche español lo abarcó todo y hay que dar marcha atrás. Merkel aprieta y ahoga. Tiene mucho peso, incluso específico, y se ha cansado de salvar países naufragados.