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Elecciones, mi tesooooro

TEODORO LEÓN GROSS
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AZapatero le queda un último fulgor de protagonismo: ponerle fecha a las elecciones. Es su hito terminal en el poder. Desde que el 2 de abril se dio de baja del futuro, esa es su prerrogativa crepuscular. Una vez que ponga fecha, no le quedará más que apagar la luz al salir. Y corre el riesgo de equivocarse si se aferra a la fecha como un fetiche, como si fuese Gollum con el anillo único, manoseándola con la convicción patológica de que es ‘mi tessoooro’. Zapatero tiene la llave de las urnas, pero a estas alturas solo hay una hipótesis razonable: o anuncia un programa de reformas para otoño, cuya aplicación justifique postergar la cita electoral hasta marzo, o noviembre debe ser el límite máximo. La única razón para agotar un mandato agotado es esa. El presidente de la Generalitat ya le hace también ese envite en las páginas del ‘Wall Street Journal’: o agenda de reformas en otoño o elecciones en otoño. En definitiva otoño es el plazo, como en el poema de Holderling.

El desenlace del poder es un vaciado dramático. Los americanos llaman ‘el año del pato cojo’ a la fase final de la presidencia, pero Zapatero no ha podido permitirse esa prórroga desfondada de quienes todavía están en la Casa Blanca aunque con el papel sobrevenido de actor secundario. En España los focos realmente apuntan ya a Rubalcaba y Rajoy, pero la Moncloa no da tregua a Zapatero. El coste para financiar la deuda se dispara y Europa se desencaja en el verano de su descontento; así que cada día le aguarda un titular incandescente o un editorial envenenado. No se trata de una prórroga fácil. A Zapatero se le supone la ventaja de actuar ahora sin ataduras mientras Rajoy y Rubalcaba se mueven sobre cálculos electoralistas, pero no tiene margen de maniobra: o programa de reformas en otoño o elecciones en otoño. Este no es un ‘Gobierno en funciones’, como le gusta decir al líder de la oposición tan dado a buscar frases faltonas de casino rural, pero eso es lo que queda.

Los partidos están preparados con una hoja de ruta para octubre y otra para marzo. La gente de Rajoy y Rubalcaba trabaja con la doble fecha, aguardando la decisión del presidente. Y Zapatero ha de marcar la agenda. A ratos el presidente parece evocar la soledad palaciega de ‘el otoño del patriarca’, abandonado por aquellos de los suyos a los que no ha traicionado y aquejado por una deuda que al personaje de García Márquez incluso le lleva a vender el mar. Pero no puede permitirse la melancolía, y mucho menos encerrándose a juguetear con la fecha en la Moncloa como Gollum con su ‘tessooooro’ en las Montañas Nubladas dejando que eso le vaya deformando la percepción de la realidad. O el paquete de reformas o una fecha en el calendario.