Un joven intenta reparar la bicitaxi que utiliza para ganarse la vida, en una calle de la capital cubana. :: EFE
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El negocio privado desborda a Cuba

El régimen intenta poner orden ante la gran proliferación de todo tipo de actividades comerciales que ocupan aceras y paseos

LA HABANA. Actualizado: Guardar
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Maritza carga su maleta de ruedas por una calle habanera. Parece que sale de viaje. Pero se detiene al doblar una esquina donde la acera se convierte en un minipaseo. De una tienda de ropa reciclada saca un tenderete vertical de madera, una silla de plástico y un par de sombrillas. En un segundo los coloca en su rincón. La maleta se convierte en un chistera mágica. Salen bufandas, manteles, bolsos, brujitas de la suerte y una variada gama de textiles confeccionados por la logopeda convertida en artesana «para ganar más dinerito». Por utilizar esos dos metros cuadrados de vía pública está obligada a pagar uso de suelo, un requisito de las autoridades para poner orden y preservar la imagen del entorno ante el aumento de los negocios privados.

Otros cuentapropistas andan en similares trajines. Jurniel expone sus flores en cubos sobre una tabla. Más sofisticadas, María y Raquel exhiben collares, pendientes y anillos de bisutería sobre una tabla forrada de tela negra. Hay tallas para colgar llaves, estropajos, zapatos, bolsos, pequeños muebles de madera, DVD con series de televisión, películas, videos musicales y CD, todos libres del pago de derechos de autor; una churrera, un relojero y hasta un puesto para rellenar mecheros y encendedores de cocina de gas.

Un poco más arriba, cerca del mercado agropecuario, el descontrol es más notorio. Unos cuantos hombres y mujeres de todas las edades se disputan la sombra de un árbol para no sucumbir al calor mientras venden, jabas (bolsas de plástico), velas, cerillas, pegamento o hilos muchas veces más caros que en las tiendas. Los últimos en llegar ocupan impertérritos casi toda la acera. Los menos vuelan cuando atisban a la Policía. Son los 'top manta' locales. Hay quien construye mostradores, bancos de cemento, y levantan columnas para colocar carteles en garajes, terrazas, jardines o porches.

El florecimiento de negocios privados ha derivado en la utilización de cualquier espacio para montar negocios, creando malestar entre viandantes y vecinos. El diario 'Granma', órgano oficial del Partido Comunista Cubano (único), encabeza una campaña para divulgar los requisitos básicos para preservar «la imagen urbana, el orden y el buen gusto». Graciel Rodríguez, presidente del Instituto de Planificación Física (IPF), explica que la «modificación o ampliación», así como la colocación de «elementos ligeros de protección solar, soportes gráficos o carteles» debe ser autorizada.

El IPF ha preparado 2.000 folletos y 5.000 carteles con información sobre «lo que se puede hacer, y cómo» para evitar violaciones que «atenten contra la imagen del entorno, y no tener que aplicar multas». Rodríguez aboga por utilizar un mayor número de «espacios ociosos». En La Habana, donde el problema es más grave porque concentra el 32% de los cuentapropistas, funcionan ya 85 áreas y se estudian otras 80 donde levantar bazares y ferias colectivas.

Pago de impuestos

Según datos del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, desde que en octubre de 2010 se ampliaron a 178 las actividades privadas, las licencias han pasado de 147.000 a 313.000. Las más solicitadas son para vender alimentos seguida del transporte de pasajeros. La condición para ejercer como autónomo y tener seguridad social y jubilación es pagar impuestos. Cómo el modelo se está extendiendo, el Gobierno estudia unificar cuotas mínimas según las actividades.

Los transportistas pagan ya todos por igual con independencia del municipio donde estén inscritos. También abonarán un nuevo impuesto para contribuir a la reconstrucción de La Habana Vieja los dueños de negocios privados que radican en ese barrio colonial de la capital cubana declarado patrimonio de la humanidad. Allí se concentra el turismo y los ingresos suelen ser mayores, pero algunos temen tener que engrosar la lista de las 70.000 personas que han devuelto los permisos desde 1994.

La Oficina Nacional de Estadística (ONE) asegura que las actividades privadas son más rentables para los trabajadores que los empleos públicos aunque estos ingresan más a las arcas estatales. Por ejemplo, un campesino ganó en 2010 un promedio mensual de 700 pesos (unos 23 euros); un trabajador privado urbano 1.023 pesos (33 euros), mientras que un empleado estatal se quedó en 448 pesos (15 euros). Una diferencia que explica el interés por trabajar para uno mismo.