El atracador de Vallecas era un parado que solo quería llamar la atención
MADRID.Actualizado:Solo quería llamar la atención por la situación de «angustia personal» que vive tras quedarse en paro. Este era el proposito del atracador del bar de Vallecas (Madrid) que el sábado por la tarde retuvo como rehenes durante cuatro horas al dueño del establecimiento y a un empleado antes de entregarse a la Policía.
Se rindió gracias al trabajo de dos negociadores del Cuerpo Nacional de Policía, que mediaron durante horas hasta conseguir que el atracador, que no tenía antecedentes penales de ningún tipo, se entregase y dejase libres a sus rehenes.
Los negociadores, que no quisieron explicar qué tácticas emplearon para convencer al atracador de que se entregase, señalaron que sus peticiones se ciñeron a un coche de alta gama, un Porsche Cayenne con el depósito lleno, una sábana para cubrirse a la salida del bar, un chaleco antibalas, un casco y unos guantes de látex.
Una vez detenido, el atracador -que según la Policía admitió estar en tratamiento por depresión- sufrió un desvanecimiento y fue trasladado a un centro hospitalario para ser atendido. Ahora se encuentra en el calabozo a la espera de que se le tome una declaración más detallada y que continúen las diligencias policiales.
Los negociadores no pudieron hablar directamente con él hasta pocos antes del desenlace, y en las casi cuatro horas que duró el incidente se comunicaban con él a través del dueño del bar, Tomás, que les explicaba directamente desde su móvil, por lo que era más difícil hacerse una idea clara de lo que estaba ocurriendo dentro.
En ese tiempo, amenazó sobre todo al empleado del bar, de 26 años, al que apuntaba en el pecho y la cabeza con una pistola de fogueo, y también con un cuchillo que le colocaba en el cuello.
La Policía explicó que tuvo conocimiento del suceso por la llamada que directamente se hizo desde el bar a petición del atracador. A las diez y media de la noche se produjo la primera comunicación directa entre los negociadores y el secuestrador, en la que les transmitía su intención de rendirse. Fue entonces cuando se montó un dispositivo para preparar la salida.
Primero salieron los rehenes y después lo hizo su secuestrador, un vecino de la zona, que no opuso resistencia y que se había bajado los pantalones y quitado la camisa para mostrar que no llevaba armas. La pistola la dejó en el interior del bar.