75 años de un 18 de julio
Actualizado:Y encima sin paguita. La profesora Alicia Domínguez ya nos demostró en su obra "El verano que trajo un largo invierno", que en la provincia de Cádiz no existió guerra civil, sino una larga represión en cuyo transcurso los crímenes de la dictadura se elevaron a la enésima potencia y hasta bien entrada la Segunda Guerra Mundial. Ejecuciones, humillaciones, encarcelamientos, desahucios, robos. La mayor parte de aquel genocidio ideológico no fue nunca juzgado e incluso el único magistrado que se atrevió a hacerlo, Baltasar Garzón, va a terminar sentándose en el banquillo por esa misma causa. Tanto hoy domingo como mañana lunes, en distintas localidades gaditanas se han convocado acciones para conmemorar el inicio de aquella orgía de sangre, justo cuando se cumplen 75 años de aquel 18 de julio que sigue escrito en letras mayúsculas en la historia universal de la infamia. Lo raro es que los herederos ideológicos de aquellos que se levantaron en armas contra la legitimidad del gobierno republicano de España no celebran ya esta fecha y se atrincheran en la efeméride compartida del 20 de noviembre, la fecha casual o no tanto de las muertes oficiales de José Antonio Primo de Rivera y de Francisco Franco Bahamonde.
Quienes han programado conmemoraciones en este día han sido las asociaciones para la memoria histórica, que no quieren olvidar que aquel día de aquel verano comenzó un largo infierno. Entre dichas entidades, por ejemplo, la Asociación de Chiclana, que a las diez de la mañana de hoy domingo ha promovido la celebración de un "Homenaje a la Dignidad y contra la impunidad del Franquismo" en el antiguo cementerio local, el de San Juan Bautista. No será un grajo blanco. Y no por afán de revancha sino de recuerdo, que es la única forma real de exorcizar los demonios y de que cicatricen las heridas, como bien demuestra José Pettenghi Lachambre en su memorial nacional católico "No estés eternamente enojado", que se presentó hace bien poco en Cádiz. Esta misma semana, Magdalena González ha presentado "Memoria de un tiempo presente en Conil de la Frontera (1931-2001)", una obra subvencionada por la Junta, editada por el Ayuntamiento de dicha localidad y escrita por una investigadora rigurosa y concienzuda que lleva años explorando los testimonios verbales y fuentes escritas como los archivos locales y provinciales, el del Tribunal Militar Territorial número 2 de Sevilla o el Histórico Nacional de Madrid. A través de ese hilo, con una introducción y siete artículos, construye y reconstruye una madeja colectiva, que va desde la República a la Guerra Civil, desde la posguerra a la transición y la actualidad.
¿A quién dañó saber lo qué pasó?
¿A quién dañó saber lo que pasó, ese largo rastro de cementerios y cunetas, de delaciones y topos ocultos como girasoles ciegos bajo la puerta falsa de una guarida abierta en la cocina hasta donde no llegaban los pistoleros, la traición o los pelotones de fusilamiento? Hace un par de semanas, murió oficialmente María Silva, La Libertaria, una de los dos supervivientes de la choza del Seisdedos en la Casas Viejas incendiada por el capitán Rojas y las tropas de asalto. Tres años más tarde, era detenida en Paterna cuando llevaba a su hijo al médico. Apenas un mes después, sería ejecutada y su cuerpo quizá se encuentre junto a la laguna de La Janda aunque lo mismo reposa en otro sitio. El Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Chiclana ha declarado su fallecimiento legal en un auto fechado el pasado 22 de junio, ordenando la inscripción de su muerte en el Registro Civil, tal y como cómo solicitó su esforzado hijo Juan Pérez Silva en mayo de 2008. Al menos, ahora podrá completar las fechas de su biografía, aunque en el auto judicial, suscrito por la magistrado Bárbara Izquierdo, en virtud de la legislación sobre desaparecidos, se feche oficialmente su defunción a 1 de enero de 1947, esto es, a los diez años de la ultima vez que se tuvieron noticias de dicha persona. Su hijo ya tiene 76 años y tampoco entendió nunca por qué tras la matanza de la actual Benalup, del año 33, los verdugos terminaron enseñando a familiares y a vecinos la calavera de los injusticiados. Este precedente judicial registrado en la provincia gaditana alimenta la esperanza de un sinfín de familias que sencillamente quieren enterrar a sus seres queridos: «No se trata de abrir heridas sino de cerrar cicatrices. Más bien no encontrarán la paz hasta el día que encuentren los restos de sus familiares y les den un digno entierro», aseguró esta misma semana en Cádiz el escritor Benjamín Prado, autor de "Mala gente que camina". Y, aunque nadie tiene la razón todo el tiempo, él parece tenerla, aunque los mismos que causaron tanta muerte en dictadura se sigan negando a reconocerlo en democracia.
¿A quién molesta Valcárcel?
Durante años, el antiguo Valcárcel de Cádiz sólo era utilizado en su exterior como un parking bastante permisivo junto a un Bien de Interés Cultural. Nadie puso el grito en el cielo. Pero desde que hace un mes se produjo la ocupación del edificio, no dejan de llegarles amenazas. Por preservar el inmueble, los ocupas se han negado a colgar sus pancartas mediante clavos sobre la piedra ostionera. Han limpiado el patio sin usar lejía para no deteriorar el suelo y han puesto como la plata medio edificio que antes se caía de abandono- Cuando tendríamos que estarles agradecidos por su programación cultural (anoche tenía previsto actuar "Ea"), por sus talleres y por su preservación del edificio, les ridiculizamos con lo de sus vacaciones baratas en el interior de dicho espacio. Dado el limbo jurídico en que se encuentra la titularidad del Valcárcel, que debiera ser de Diputación tras haberse descartado el proyecto de hotel "megafashion", habrá que ver qué hace el flamante presidente de la corporación provincial, José Loaiza, para no expulsar a los encerrados. Lo mismo espera a que pasen las generales y las autonómicas. O igual contrata a los indignados como gestores culturales. Es, con mucho, la mejor programación cultural del estío.