La aventura del Oeste
Les proponemos un viaje de 2.563 kilómetros por la costa más salvaje de Estados Unidos. 19 etapas para descubrir las ciudades más progres y ecológicas, bosques milenarios o bares donde las bicis se aparcan junto a la barra. Arrancamos mañana
NUEVA YORKActualizado:Arde el asfalto, sudan las basuras, la neblina de calor ahoga hasta la puesta de sol en el Hudson y las ratas cruzan las calles a toda velocidad. Es verano en Nueva York y los turistas no resisten la llamada de la Gran Manzana. Peregrinan sudorosos entre la Quinta Avenida y Chinatown, de tienda en tienda en busca de aire acondicionado, sin perderse una parada del viacrucis neoyorquino. Después de la cena caen rendidos en la minúscula habitación de hotel y apenas paladean el placer de esas noches de verano en una terraza que te reconcilian con la urbe.
Casi 400.000 españoles visitan cada año la ciudad más retratada del cine, extasiados por los rascacielos y el Nueva York de Woody Allen. Muy pocos se aventuran a conocer lo mejor de EE UU, la costa del Pacífico Norte. La Cordillera de las Cascadas es la última frontera del oeste americano, ese vestigio de naturaleza salvaje que se descuelga sobre el Pacífico y arrastra por sus arterias verdes una corriente de progresismo que desafía fronteras. Las ciudades cascada se suceden entre Vancouver y San Francisco pero nosotros nos dejamos llevar hasta Los Ángeles por la Ruta 101, un total de 2.563 kilómetros. Dos países y cuatro estados, más que entre Madrid y Copenhague.
Los mitómanos sueñan con recorrer la ruta 66 como si fueran Dennis Hopper y Peter Fonda en Easy Rider, buscando la libertad de la carretera en el pueblerino suroeste donde se arriesgan a compartir su suerte. «Es la historia de un hombre que fue en busca de EE UU y no lo encontró en ninguna parte», decía el trailer de la época.
Hoy la Ruta 66 ni siquiera existe oficialmente, por mucho que le hayan cantado odas desde Bob Dylan hasta los Rolling Stone. En su lugar recorreremos las colinas de la 101, donde cada milla de carretera lleva tatuada la historia del rock y el nacimiento del movimiento hippie. Además del abrupto paisaje sobre el mar empujado por bosques milenarios, la costa oeste se caracteriza por las ideas avanzadas de su gente, su conciencia solidaria y el empeño en defender la naturaleza que les rodea.
En inglés 101 es el número que representa el comienzo de todo aprendizaje, el código que se adjudica a los cursos más básicos, la cifra perfecta para empezar el camino, libre de tópicos. Estos no son los americanos típicos que estallan en vítores cuando su presidente remata con el ‘God bless America’, ni se hinchan de orgullo al oír que son el país más grandioso sobre la faz de la tierra. En el Pacífico Norte miran hacia Europa con nostalgia, a sus trenes de alta velocidad, a su seguridad social y a su transporte público. Se sienten ajenos al imperio de las guerras por petróleo y a la ambición de invadir otros países por defender su poderío.
En España, por el contrario, replicamos su cultura del coche, abandonamos los centros de las ciudades y cambiamos el pequeño comercio por el centro comercial, donde podemos aparcar con facilidad nuestro animal de cuatro ruedas. Con crisis o sin ella nos hemos entregado a la cultura del consumo en la que EE UU nos inició y a la que China nos ha hecho adictos con su mano de obra barata y su falta de escrúpulos. Copiamos lo peor de Estados Unidos, aunque luego se nos llene la boca criticándolo.
Es hora de mostrar la otra América, la de la tolerancia y el respeto al medio ambiente, de explorar las ideas más innovadoras, casi siempre basadas en una lógica tradicional tan 101 que veremos nuestra cultura reflejada en su espejo. Tal vez así empecemos a valorar lo que estamos dejando escapar.
Los ecohéroes
La idea era ser consecuente con el mensaje ecológico que emana del camino, usar el tren en vez del automóvil, soñar con el coche eléctrico y alquilar por lo menos un híbrido, pero nos enfrentamos a las lagunas estructurales del país que estranguló el transporte público y a las exigencias de la agenda. Al fin y al cabo esto no eran vacaciones, nos esperaban en cada ciudad los ecohéroes del escritor Carlos Fresneda, cuyos seguidores reconocerán en esta serie un silencioso homenaje a sus 15 años dedicado a escarbar esa otra América.
Con todo lo que esos gurús de la vida sostenible nos han enseñado en 2.500 kilómetros al volante, queda claro que el primer error de cualquier ‘road trip’ es constreñir nuestras vidas a una agenda, someternos al estrés del calendario, obligados a pisar el acelerador en cada curva sin disfrutar del paisaje. Es como traerse a cuestas los vicios de la vida moderna que en esta costa se empeñan en combatir. El segundo es lanzarse a la carretera sin copiloto y el tercero no cargar más el iPod con música y audiolibros –menos mal que existe la emisora NPR, por mucho que los republicanos hayan querido retirarle la financiación. Por encima del paralelo 45 en el solsticio estival hay casi 16 horas de luz al día y muchas oportunidades perdidas de turnarse el volante con el del asiento vacío, que tampoco cambia la música.
Empezamos por Vancouver, que aunque está en otro país comparte frontera con Boeing y Microsoft, y es considerada unánimemente la ciudad más bella de Norteamérica por su privilegiado emplazamiento entre el mar y las montañas. En la cuna de Greenpeace, el 97% de los negocios son pequeñas empresas y sus habitantes profesan el localismo como religión para salvar el planeta.
Cruzamos a Seattle, donde nacieron las protestas antiglobalización en 1999. La ciudad que ha sido bandera del progresismo apuesta por el concepto de ecodensidad pero los urbanitas están perdiendo la batalla frente a los habitantes de los suburbios. Así que ahora miran al Sur, hacia Portland o a la vanguardia de San Francisco.
Antes de entrar por el camino de Oregón visitamos en las montañas de Olympia a Paul Stamets en su reino del Fungi Perfecti, donde un ejército de biólogos desentraña los secretos de los hongos y micromicelios para demostrar que la naturaleza encierra más soluciones que la petroquímica. Sus recetas contra el cáncer o las termitas están ya avaladas por estudios científicos y patentes revolucionarias, pero desafían a industrias muy poderosas.
Nada más adentrarse en las primeras calles de Portland y ver a sus habitantes compartiendo cervezas en el porche uno entiende que éste es el mejor modelo de la otra América. La llaman la ciudad posible porque ha sabido pasar de ser la más contaminada de Estados Unidos a la segunda más ecológica del mundo. Aquí la crisis ha sido una bendición. Los solares destinados a apartamentos se han quedado sin futuro y sus propietarios han terminado aceptando la oferta de convertirlos en jardines comunitarios durante unos años para no pagar impuestos. Los parados han descubierto que con todo ese tiempo libre pueden dedicarse a crear espacios públicos y a servir a la comunidad, que es lo que realmente les hace feliz. Y el amor por las bicicletas crece sin freno, con bares que les abren las puertas y hasta instalan aparcamientos para dos ruedas junto a las mesas.
Es solo el principio, ni siquiera hemos llegado a California, donde crecen los árboles más altos del mundo. La aventura del oeste pasará de las montañas del Pacífico Norte a las sierras de John Wayne y los acantilados más altos de Norteamérica, con las figuras más inspiradoras de la lucha por la sostenibilidad como anfitriones de lujo, dispuestos a compartir con nosotros sus recetas para una vida mejor. No se lo pierda.