El cenagal de Murdoch
El escándalo de las escuchas ilegales en el Reino Unido sacude el imperio del magnate mediático, pero el fango también salpica al Gobierno, la Policía y la Justicia
MADRID Actualizado: GuardarEl escándalo de las escuchas ilegales en el Reino Unido ha sido de tal calibre que tendría que haber aniquilado el imperio mediático de Rupert Murdoch en las islas. Borrar el buzón voz de una adolescente asesinada, llevando a creer a sus padres que estaba viva, o ‘pinchar’ los teléfonos de familiares de soldados muertos o víctimas del terrorismo supera todos los límites de falta de escrúpulos. Ante estas fechorías, la credibilidad de un medio y de sus responsables debería quedar arruinada. Pero para algo están los cortafuegos de los subordinados y de los encargados a pie de obra que se mancharon las manos pagando a policías corruptos a cambio de facilitar los ‘pinchazos’. Aún así la defensa de Murdoch ha pasado a ser desesperada. Tras pedir perdón todas las veces que ha podido y declararse horrorizado por lo ocurrido, el próximo martes deberá superar la dura prueba de comparecer ante la comisión de Cultura de los Comunes. Además ha debido renunciar, al menos de momento, a controlar por completo la plataforma televisiva por satélite BSkyB , el primer efecto doloroso para sus intereses. En contrapartida, hay quien ve un aspecto positivo para el magnate mediático, quien tendría una excusa más para una estrategia de ajuste o venta de la prensa escrita de las islas –cerrado ‘News of de World’ por las escuchas ilegales, quedan ‘The Sun’, ‘The Times’ y ‘The Sunday Times’–, con unos abultados números rojos en el pasado ejercicio, frente a los saneados beneficios en los sectores de cine y televisión. De lo que no cabe duda, al margen de las repercusiones económicas, es el fuerte deterioro que el escándalo está produciendo en la imagen de Murdoch y su imperio de News Corporation. Las investigaciones además no han concluido y la onda expansiva comienza a llegar a Estados Unidos, el bastión de sus negocios, donde los inversores y accionistas comienzan a estar muy nerviosos. De momento, el FBI ya ha abierto una investigación por posible espionaje a víctimas del 11-S. En el terreno político, la derecha republicana teme por el impacto en la cadena Fox, su principal ariete propagandístico y joya de la corona del imperio de Murdoch. El engranaje de la Justicia se ha puesto en marcha y nadie sabe hasta donde va a llegar la marea de acusaciones y condenas.
Vergüenza policial
El fango de esta charca cada día más maloliente no va a salpicar solo al multimillonario australiano nacionalizado estadounidense. En primera línea figura Scotland Yard por su papel en las investigaciones. El ex comisario adjunto John Yates, en su comparecencia ante la comisión de Interior de los Comunes, trató de echar balones fuera y colgar el muerto a News International, la filial británica del grupo de Murdoch, por no haber cooperado lo suficiente. Aún así tuvo que admitir que fue un error no reabrir las investigaciones en 2009 a pesar de las nuevas revelaciones hechas por el diario ‘The Guardian’ y negó que lo hiciera para evitar que publicaran asuntos comprometidos de su vida privada, descubiertos a través del correspondiente ‘pinchazo’. Otra ‘perla’ provino del alto cargo policial encargado de una primera investigación Andy Hayman quien negó que en su falta de eficacia tuviera algo que ver el que ‘The Times’ le contratara como columnista. Lo más sangrante fue lo revelado por el diputado laborista Chris Bryant, presunto espiado además, según el cual todos los explosivos episodios revelados ya estaban en los papeles que la Policía tenía desde 2006, incautados al investigador privado Glenn Mulcaire, aparente cerebro de la trama, pero que no llegaron a leer o decidieron no darse por enterados.
El escándalo ha servido también para poner de relieve la connivencia del grupo Murdoch con la clase política británica y su privilegiada posición que le hacía casi inmune ante cualquier crítica o investigación. Casi nadie se arriesgaba a ir en contra del imperio mediático y todos querían beneficiarse de su favor. A Murdoch se le atribuye una ideología conservadora, pero lo que siempre ha hecho es apostar por el caballo ganador que más pudiera beneficiar sus intereses. Apoyó a la conservadora Thatcher, pero luego respaldó al laborista Blair para luego cambiar y avalar al ‘tory’ y actual primer ministro David Cameron.
Ese respaldo y cercanía junto a la designación de Andy Coulson, exdirector de ‘News of the World’, como jefe de prensa ha hecho que la actuación de Cameron huela también muy mal. El jefe de Gobierno se vio forzado a exigir la dimisión de su colaborador y promover luego una investigación a fondo del asunto. La Justicia tampoco ha salido bien parada, ya que los documentos y papeles en los que se describían esas malas prácticas no los tenía desde 2006 solo la Policía sino que eran de libre acceso, después de que un juez decidiera autorizarlo en diciembre tras la demanda contra News International.
Se sabía, pero nadie se atrevía a dar un paso adelante. Ni ministros, ni jueces o policías se arriesgaron a ponerse en la línea de tiro de News International y de sus abogados hasta que ‘The Guardian’ decidió tirar de esta espesa manta de silencio y encubrimiento. Junto o tras él, otro diarios como ‘The Independent’, ‘Financial Times’, ‘Observer’ o ‘Telegraph’ han entrado a saco en la investigación y ataque de los tabloides. En principio un saludable saneamiento de la siempre dinámica y vanguardista prensa seria británica, pero que conlleva cierto peligro. El escándalo puede ser utilizado de excusa para imponer nuevas regulaciones o controles a la prensa. Algunas propuestas en esa línea ya se han oído en el Parlamento británico que ojalá no cuajen en beneficio de unos medios de comunicación que fueron al fin y al cabo los que destaparon unas prácticas delictivas invisibles para políticos, jueces y policías.