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Sociedad

Donna quiere ser la más gorda

Es la mujer más obesa que ha tenido un hijo, pero ahora se sobrealimenta para llegar a los 450 kilos y batir otro récord

CARLOS BENITO
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En febrero de 2007, Donna Simpson batió un récord. Asistida por una multitud de médicos -unas fuentes hablan de diecinueve, otras elevan la cifra a treinta-, tuvo por cesárea a su hija Jacqueline, que vino al mundo con unos espléndidos cuatro kilos. En realidad, el peso de la hija era lo de menos dentro de aquel quirófano: lo que preocupaba de verdad a obstetras y matronas era el peso de la madre, 241 kilos para una estatura de 1,57, una cifra que la convierte en la mujer más obesa que ha dado a luz. Por mucho que el Guinness lo haya reconocido, no parece un logro del que presumir por ahí, sobre todo teniendo en cuenta los serios problemas de diabetes e hipertensión que Donna había desarrollado durante el embarazo, pero esta mujer nacida en Ohio y residente en Nueva Jersey se muestra orgullosa de su presencia en ese libro, compendio de maravillas y estupideces. Se podría decir que, de un modo extraviado y temerario, el récord ha fomentado su afán de superación: en los últimos años, ha manifestado repetidamente su propósito de seguir engordando más allá de los 450 kilos y convertirse en la mujer más pesada del mundo.

El momento en el que Donna ha estado más cerca de la delgadez fue en la adolescencia, cuando se quedó en unos 70 kilos. Antes de eso había sido una niña obesa, con 83 kilos a los 9 años, y después decidió renunciar para siempre al esforzado reto de mantener la línea. Sus dos parejas más duraderas no han hecho más que empujarla por esa senda, ya que ambos hombres se dedicaron a cebarla. El primero, con quien tuvo a su hijo mayor, era un cocinero que llegaba por las noches con un grasiento alijo de sobras: «Comíamos montones enormes de carne, puré de patatas y salsa con mantequilla -ha recordado nuestra protagonista-. Él decía que yo estaba más sexy cuanto más engordaba». Al segundo, el padre de Jacqueline, lo conoció directamente en un chat dedicado a las mujeres de talla grande: él era un hombre atlético de 63 kilos, hijo de un diplomático congoleño, que se sentía atraído por los cuerpos voluminosos. «Cuando, en nuestra primera cita, devoré comida suficiente para cinco personas, realmente le impresioné», explicó Donna a la revista británica 'Closer', que incluso aportó algunos detalles sobre la vida sexual de la pareja, como que a él le excitaba ayudarla a ducharse y frotar bajo las roscas de su vientre.

El festín navideño

La pareja se separó, pero Donna continúa con su proyecto de ganar peso. Come entre 12.000 y 15.000 calorías diarias, cuando lo recomendado por la OMS ronda las 2.000, y se abandona a festines ocasionales como su banquete de navidad del año pasado, en el que alcanzó las 30.000: según recogió la prensa, se zampó dos pavos, dos jamones caramelizados, 6,8 kilos de patatas en distintas preparaciones, tres litros de salsa y nueve kilos de verduras, y todavía le quedó hueco para un poco de queso, nata batida, chucherías y galletas. Su báscula marcaba por aquella época 292 kilos -no consta si antes o después del festín- y a Donna ya le costaba grandes esfuerzos moverse.

Desde que rompió con su compañero, es su hija Jacqueline quien le ayuda a cocinar y a hacer la compra en el supermercado, acercando sus productos favoritos al 'scooter' en el que se desplaza. La pequeña tiene 4 años: «A ella le encantan las ensaladas y hace deporte», rebate la madre a quienes le reprochan su pésimo ejemplo.