Dos soberbias faenas de El Juli
Poderoso y brillante, Julián reverdece en Pamplona los laureles y vuelve a convertir una corrida de toros en una fiesta para la gente.
Pamplona. Actualizado: GuardarA todos puso en Pamplona de acuerdo El Juli. Al coro wagneriano y báquico de sol -inmensa mancha blanca, seis mil almas- y a esa mayoría semisilenciosa de casi dos tercios de plaza que va a los toros a verlos. A ver los toros. El Juli en versión muy feliz: de torero tan intuitivo como sabio, preciso, paciente y poderoso, impecablemente templado, valeroso e inspirado. Tan lleno que parecía iluminar y llenar la plaza con su mera presencia.
El segundo fue de partida toro encogido, corretón, cobardón, de no sujetarse a engaños sino de escupirse de ellos y tomar el rumbo de querencia casi huyéndose. La diligencia de El Juli -seis muletazos de tanteo, seguidos, por las dos manos, a pulso firme y de gobierno- resultó la segunda medicina. De repertorio fue la faena al cabo. Pero, antes que nada, fue toreo de fondo. Una estocada. Al pasar por delante de las peñas de sol, El Juli sintió la fuerza del clamor de la gente.
Al quinto toro sí lo pudo torear de salida El Juli a la verónica. Seco y rico encaje, compás de manos bajas, terreno ganado de lance en lance, y media garbosa. Un puyazo muy trasero, lidia sucinta por orden de El Juli, un intento de quite por chicuelinas, pero el toro se distrajo con el caballo de puerta y con el monosabio mimetizado con la barrera, y se arrancó a galope sobre Emilio Fernández, que hacía la puerta. Desistió El Juli, se dolió el toro en banderillas y de pronto, tras brindis ceremonioso al público, ya estaba El Juli faenando y navegando con rutilante facilidad.
Protagonismo de El Juli, pues. Era el papel de la feria, no defraudó. Tampoco la corrida de Victoriano del Río, con sus desigualdades o su falta de simetría. Un maravilloso primero -lustroso, hondo pero corto- y un tremebundo sexto de mazorcas gruesas; un altísimo cuarto que no pegaba ni con cola y un tercero ofensivo pero terciado que tuvo un fondo fiero. A esa fiereza se avino Perera en faena de valor, ajuste y carácter, plagada de pausas sin razón, rematada con trenzas y péndulos. El sexto, lidiado sin criterio, se resabió, la emprendió a cornadas con una cámara instalada bajo un estribo y se acabó rajando. Sufríó Perera lo justo, Curro Díaz dibujó muletazos muy bonitos al primero, pero le acortó distancias, y eso no convino al toro. Al cuarto, jugado en medio de viento fuerte, le costó matarlo.